Con toda seguridad podría
afirmar que todo mundo siente un interés
especial por la trascendencia, ya sea que este haga que se mueva hacia ella o
sólo se quede en la fantasía, cualquiera desearía ser importante en su época y
en la posteridad, y mejor aun si al conseguir esto se aporta algo en pro del
avance de la humanidad, ya sea en el ámbito de la ciencia o el arte.
Pocas
personas han logrado esto, y menos aún han alcanzado representar el símbolo de
genio universal como lo hizo Leonardo Da Vinci. Si bien este genio del
renacimiento es mundialmente reconocido por sus pinturas y su contribución al
arte antes que por su capacidad inventiva como ingeniero de guerra o su
curiosidad que lo llevó a realizar disecciones sobre cadáveres en esta ocasión
deseo exponer algunos de sus conocimientos en el área de la psicología.
En primer
lugar deberíamos recordar y reconocer su trabajo como científico, la
importancia que le prestaba a la experimentación se veía constantemente
expresada en sus ideas
Pero vanas y llenas de errores me parecen aquellas ciencias
que no nacen de la experiencia, madre de toda certidumbre, ni terminan en una
noción experimental; es decir, tales que ni su origen ni su medio, ni su fin
pasan por ninguno de los cinco sentidos.
Si dudamos de las cosas que pasan por los cinco sentidos,
cuánto más debemos dudar de las cosas rebeldes a esos sentidos, como la esencia
de Dios, la del alma y otras cuestiones similares, sobre las cuales siempre se
discute y disiente. Y sucede en verdad que, donde falta el razonamiento, se le
suple con palabrerío, cosa que no ocurre cuando se trata de cosas ciertas. Sucede
pues, que donde hay ruidosas discusiones no hay verdadera ciencia, porque la
verdad tiene un solo término, el cual una vez hallado y hecho público, el
litigio queda destruido para siempre y, si resurge es porque sólo hay ciencia
mentirosa y confusa y no certidumbre nata.
Estas reglas (del método experimental) te permitirán distinguir
lo verdadero de lo falso. Ellas inducen a los hombres tan sólo a prometerse
cosas posibles y moderadas. Ellas te librarán del velo de la ignorancia, la
cual, impidiéndote comprobar el efecto que buscas, sería para ti causa de
desesperación y melancolía
Ideas que
se vieron reflejadas en su trabajo como anatomista.
Y tú que juzgas preferible ver hacer la anatomía a observar
tales dibujos tendrías razón si fuera posible contemplar todas las cosas que en
ellos aparecen, reunidas en una sola figura; en la cual, a pesar de todo su
ingenio, apenas llegarías a tener visualmente la noción de unas pocas venas
(arterias); mientras que yo, para lograr un verdadero y pleno conocimiento de
dichas cosas, he disecado más de diez mil cuerpos humanos, destruyendo todas
las otras partes, reduciendo a pequeñísimas partículas toda la carne que
rodeaba las venas, y evitando derrames de sangre, salvo la que, en cantidad
inapreciable, salía de la venas capilares. Como un solo cuerpo no dura el
tiempo necesario, tenía que proceder sucesivamente sobre tantos cuantos se
precisaban para completar el conocimiento, y repitiendo la operación dos veces
para comprobar las diferencias.
Leonardo da
Vinci dibujó por primera vez los aspectos ignotos del cerebro humano y,
rompiendo con el concepto ventricular de sus predecesores (teoría sostenida por
teólogos y escolásticos en la cual se creía que las funciones mentales estaban
localizadas en los ventrículos cerebrales, los cuales eran tres, en los que
residían la percepción, el razonamiento junto con la imaginación, y la memoria),
situó el alma, así como el punto de llegada de las impresiones recibidas por
los sentidos en la base del cerebro.
Podemos
leer algunos de sus aforismos con los que pretende expresar esta idea:
El alma parece
residir en la inteligencia, y esta en el lugar donde concurren todos los
sentidos, el cual se llama común sentido o cerebro. El alma no está toda en el
cuerpo, como muchos han creído, sino toda ella en el cerebro, porque si
estuviera desparramado en todas partes, o toda en cada parte, los instrumentos
de los sentidos no necesitarían concurrir a un solo lugar; antes bien bastaría
que el ojo llenará el orificio de la sensación sobre su propia superficie, sin
tener que mandar por la vía de los nervios ópticos, hasta el cerebro, la
representación de las cosas vistas; pues el alma, por las razones dichas podría
sentirlas en la superficie del ojo.
De un modo semejante,
al sentido del oído bastaría la voz que resuena en las concavidades porosas del
hueso pétreo, que se halla en el oído, sin que fuera necesario que recorriera
el camino hasta el cerebro.
El sentido del olfato
se ve también necesariamente obligado a concurrir al cerebro. Las sensaciones
del tacto pasan por los nervios al cerebro, y estos nervios de derraman en
infinitas ramificaciones hasta la piel que circunda los nervios del cuerpo y
las vísceras.
Los nervios
transmiten también la sensación y la voluntad a los músculos, los cuales
obedecen actualizando su obediencia en contracciones y tumefacciones. Los nervios
se internan, a través de los músculos, hasta los extremos de los dedos, y
llevan finalmente al cerebro la sensación táctil.
Como
podemos imaginar la genialidad de Leonardo no se limitaba únicamente al arte o
la ciencia, su pensamiento estaba en otro nivel, Mario Lucertini expresaba que nunca
ha habido otro hombre nacido en el mundo que
supiera tanto como Leonardo, no tanto en pintura, escultura y arquitectura,
sino en filosofía posiblemente llegó a esta conclusión con ideas que salían de
la mente del maestro italiano como las siguientes:
Si queréis saber cómo habita el alma en el cuerpo, os
bastará observar cómo usa el cuerpo de su cotidiana habitación: si esta es
desordenada y confusa, desordenado y confuso será el cuerpo poseído por el
alma.
Los ambiciosos que no se contentan con el beneficio de la
vida y la belleza del mundo, tienen por castigo el no comprender la vida y el
quedar insensibles a la utilidad y belleza del mundo.
El hombre es víctima de una soberana demencia que le hace
sufrir siempre, en la esperanza de no sufrir más; y la vida le escapa mientras
espera gozar de los bienes que ha adquirido al precio de grandes esfuerzos.
Es imposible amar u odiar algo, sin empezar por conocerlo.
La lujuria es causa de la generación. La gula mantiene la
vida. El miedo o el temor la prolongan. El dolor es la salvación del organismo.
La paciencia obra contra las injurias como los vestidos
contra el frío. Si multiplicas los abrigos según la intensidad del frío, éste
no podrá perjudicarte. Así, frente a las injurias, redobla la paciencia, y
estas no podrán alcanzarte.
El placer y el dolor pueden representarse aparejados,
porque jamás están separados uno del otro: vueltos de espaldas porque son
contrarios uno del otro, y colocados sobre un mismo cuerpo, pues tienen el
mismo fundamento, desde que el placer está en el esfuerzo contra el desagrado,
y este último se halla en el fondo de los placeres.
La parte tiende a reunirse con su todo para huir de su
imperfección. El alma desea permanecer unida al cuerpo, porque, sin los
instrumentos orgánicos del mismo, no puede obrar ni sentir.
Adquiere en tu juventud de qué compensar el perjuicio de la
vejez. Si comprendes que la vejez tiene por sustento la sabiduría, te
esforzarás en tus jóvenes años para que en los últimos, no carezcas de
alimento.
Como un día bien empleado procura un dulce sueño, así una
vida bien utilizada conduce a una dulce muerte.
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