miércoles, 15 de abril de 2015

LEONARDO DA VINCI



Con toda seguridad podría afirmar que todo mundo siente un interés especial por la trascendencia, ya sea que este haga que se mueva hacia ella o sólo se quede en la fantasía, cualquiera desearía ser importante en su época y en la posteridad, y mejor aun si al conseguir esto se aporta algo en pro del avance de la humanidad, ya sea en el ámbito de la ciencia o el arte.

Pocas personas han logrado esto, y menos aún han alcanzado representar el símbolo de genio universal como lo hizo Leonardo Da Vinci. Si bien este genio del renacimiento es mundialmente reconocido por sus pinturas y su contribución al arte antes que por su capacidad inventiva como ingeniero de guerra o su curiosidad que lo llevó a realizar disecciones sobre cadáveres en esta ocasión deseo exponer algunos de sus conocimientos en el área de la psicología.

En primer lugar deberíamos recordar y reconocer su trabajo como científico, la importancia que le prestaba a la experimentación se veía constantemente expresada en sus ideas

Pero vanas y llenas de errores me parecen aquellas ciencias que no nacen de la experiencia, madre de toda certidumbre, ni terminan en una noción experimental; es decir, tales que ni su origen ni su medio, ni su fin pasan por ninguno de los cinco sentidos.
Si dudamos de las cosas que pasan por los cinco sentidos, cuánto más debemos dudar de las cosas rebeldes a esos sentidos, como la esencia de Dios, la del alma y otras cuestiones similares, sobre las cuales siempre se discute y disiente. Y sucede en verdad que, donde falta el razonamiento, se le suple con palabrerío, cosa que no ocurre cuando se trata de cosas ciertas. Sucede pues, que donde hay ruidosas discusiones no hay verdadera ciencia, porque la verdad tiene un solo término, el cual una vez hallado y hecho público, el litigio queda destruido para siempre y, si resurge es porque sólo hay ciencia mentirosa y confusa y no certidumbre nata.
Estas reglas (del método experimental) te permitirán distinguir lo verdadero de lo falso. Ellas inducen a los hombres tan sólo a prometerse cosas posibles y moderadas. Ellas te librarán del velo de la ignorancia, la cual, impidiéndote comprobar el efecto que buscas, sería para ti causa de desesperación y melancolía
Ideas que se vieron reflejadas en su trabajo como anatomista.

Y tú que juzgas preferible ver hacer la anatomía a observar tales dibujos tendrías razón si fuera posible contemplar todas las cosas que en ellos aparecen, reunidas en una sola figura; en la cual, a pesar de todo su ingenio, apenas llegarías a tener visualmente la noción de unas pocas venas (arterias); mientras que yo, para lograr un verdadero y pleno conocimiento de dichas cosas, he disecado más de diez mil cuerpos humanos, destruyendo todas las otras partes, reduciendo a pequeñísimas partículas toda la carne que rodeaba las venas, y evitando derrames de sangre, salvo la que, en cantidad inapreciable, salía de la venas capilares. Como un solo cuerpo no dura el tiempo necesario, tenía que proceder sucesivamente sobre tantos cuantos se precisaban para completar el conocimiento, y repitiendo la operación dos veces para comprobar las diferencias.
Leonardo da Vinci dibujó por primera vez los aspectos ignotos del cerebro humano y, rompiendo con el concepto ventricular de sus predecesores (teoría sostenida por teólogos y escolásticos en la cual se creía que las funciones mentales estaban localizadas en los ventrículos cerebrales, los cuales eran tres, en los que residían la percepción, el razonamiento junto con la imaginación, y la memoria), situó el alma, así como el punto de llegada de las impresiones recibidas por los sentidos en la base del cerebro.

Podemos leer algunos de sus aforismos con los que pretende expresar esta idea:

El alma parece residir en la inteligencia, y esta en el lugar donde concurren todos los sentidos, el cual se llama común sentido o cerebro. El alma no está toda en el cuerpo, como muchos han creído, sino toda ella en el cerebro, porque si estuviera desparramado en todas partes, o toda en cada parte, los instrumentos de los sentidos no necesitarían concurrir a un solo lugar; antes bien bastaría que el ojo llenará el orificio de la sensación sobre su propia superficie, sin tener que mandar por la vía de los nervios ópticos, hasta el cerebro, la representación de las cosas vistas; pues el alma, por las razones dichas podría sentirlas en la superficie del ojo.

De un modo semejante, al sentido del oído bastaría la voz que resuena en las concavidades porosas del hueso pétreo, que se halla en el oído, sin que fuera necesario que recorriera el camino hasta el cerebro.

El sentido del olfato se ve también necesariamente obligado a concurrir al cerebro. Las sensaciones del tacto pasan por los nervios al cerebro, y estos nervios de derraman en infinitas ramificaciones hasta la piel que circunda los nervios del cuerpo y las vísceras.

Los nervios transmiten también la sensación y la voluntad a los músculos, los cuales obedecen actualizando su obediencia en contracciones y tumefacciones. Los nervios se internan, a través de los músculos, hasta los extremos de los dedos, y llevan finalmente al cerebro la sensación táctil.

Como podemos imaginar la genialidad de Leonardo no se limitaba únicamente al arte o la ciencia, su pensamiento estaba en otro nivel, Mario Lucertini expresaba que nunca ha habido otro hombre nacido en el mundo que supiera tanto como Leonardo, no tanto en pintura, escultura y arquitectura, sino en filosofía posiblemente llegó a esta conclusión con ideas que salían de la mente del maestro italiano como las siguientes:

Si queréis saber cómo habita el alma en el cuerpo, os bastará observar cómo usa el cuerpo de su cotidiana habitación: si esta es desordenada y confusa, desordenado y confuso será el cuerpo poseído por el alma.
Los ambiciosos que no se contentan con el beneficio de la vida y la belleza del mundo, tienen por castigo el no comprender la vida y el quedar insensibles a la utilidad y belleza del mundo.
El hombre es víctima de una soberana demencia que le hace sufrir siempre, en la esperanza de no sufrir más; y la vida le escapa mientras espera gozar de los bienes que ha adquirido al precio de grandes esfuerzos.
Es imposible amar u odiar algo, sin empezar por conocerlo.
La lujuria es causa de la generación. La gula mantiene la vida. El miedo o el temor la prolongan. El dolor es la salvación del organismo.
La paciencia obra contra las injurias como los vestidos contra el frío. Si multiplicas los abrigos según la intensidad del frío, éste no podrá perjudicarte. Así, frente a las injurias, redobla la paciencia, y estas no podrán alcanzarte.
El placer y el dolor pueden representarse aparejados, porque jamás están separados uno del otro: vueltos de espaldas porque son contrarios uno del otro, y colocados sobre un mismo cuerpo, pues tienen el mismo fundamento, desde que el placer está en el esfuerzo contra el desagrado, y este último se halla en el fondo de los placeres.
La parte tiende a reunirse con su todo para huir de su imperfección. El alma desea permanecer unida al cuerpo, porque, sin los instrumentos orgánicos del mismo, no puede obrar ni sentir.
Adquiere en tu juventud de qué compensar el perjuicio de la vejez. Si comprendes que la vejez tiene por sustento la sabiduría, te esforzarás en tus jóvenes años para que en los últimos, no carezcas de alimento.
Como un día bien empleado procura un dulce sueño, así una vida bien utilizada conduce a una dulce muerte.