Desde
la tradición budista, se entiende que para alcanzar la conciencia hay que
comprender cómo está constituido el ser humano, y según el mismo budismo, el
ser humano está constituido de cinco agregados (skandhas):
- Formas:
hace referencia al cuerpo y abarca todos los fenómenos materiales, físicos y
fisiológicos.
- Sensaciones:
emociones y sentimientos, hay tres tipos: agradables, desagradables y neutros.
- Percepciones:
se refiere a conceptos, ideas, pensamientos y creencias. Engloban la capacidad
que tiene el ser humano de dar nombre a los fenómenos que pueden ser conocidos
por medio de los sentidos o la tecnología.
- Volición:
son las formas mentales de acción voluntaria e involuntaria, que en parte están
predeterminadas tanto por la genética como por la cultura para llevar a cabo
una conducta determinada.
- Consciencia:
la capacidad de darse cuenta de qué y cómo existe la realidad, tanto dentro
como fuera de uno mismo. Se encuentra definida como la función de mantener
(memoria), conocer (cognitivo), comparar (análisis), almacenar (acumular) y
recordar lo pensado, lo hablado y lo realizado. Existen tres niveles: burda,
semi-sutil y sutil.
Especial interés merece el agregado de las
sensaciones-emociones, ya que constituye el puente que conecta a la mente con
el ambiente externo a través de los seis órganos sensoriales: vista, oído,
olfato, gusto, cuerpo y mente. El tipo de sensación puede ser agradable,
desagradable y neutra, según la valoración que efectúa el yo al recibir los
estímulos externos, si son deseados o no. Las sensaciones predisponen a la
mente para estar en un estado de alegría; o en un estado de insatisfacción y
sufrimiento; e incluso en un estado neutro.
El
sufrimiento, tanto físico como mental, se experimenta como negación o
resistencia. Nos resistimos al flujo natural de los fenómenos y las cosas. Esa
negatividad puede aparecer como una pequeña irritación, o un estado de
impaciencia dolorosa, o un estado de ira y odio. Esto nos hace infelices, y
esta infelicidad se deriva de nuestra ignorancia respecto de la realidad. La
ignorancia equivale a inconsciencia. De hecho, puede concebirse la consciencia
ordinaria como un estado de sufrimiento, dada la costumbre de vivir las
experiencias como una amenaza a la integridad de las personas o como conflictos
por la imposición de cómo deben ser los fenómenos y las cosas de la vida.
El
sufrimiento definido como dukkha lo
generan el apego, la aversión y la ignorancia de una mente centrada en sí misma
que cree tener el derecho de que sus deseos y creencias dominen sobre los demás.
Una vez comprendido este mecanismo; sabiendo que, en realidad, cedemos, en esta
noción del yo, a la ilusión, tenemos el poder de desligar los lazos que se
establecen entre los pensamientos de devolver a cada cual su perfecta
autonomía, de destruir ese yo engendrado por el deseo. El budismo no es sino la
sabia técnica que permite al discípulo alcanzar este fin, conseguir la
salvación por su esfuerzo perseverante y personal.
Para
superar un estado de dukkha es tan
importante conocer y comprender cómo, cuándo, dónde y por qué surge éste como
comprender los mecanismos y funciones de la mente, para esto último es
necesario practicar el dharma.
Podemos entender el concepto de dharma
de diferentes formas: como la transición oral y escrita de las enseñanzas del
buda y de los maestros; y como objeto de conocimiento, esto es, como fenómeno;
también se considera un estado mental, creencia o convicción determinados;
aplicación moral y ética de una enseñanza, e igualmente se aplica el concepto
para referirse a una ley o verdad. Hay que tomar en cuenta el contexto donde se
ubica el concepto para entenderlo de manera correcta.
Al
entender la idea de dharma como la
aplicación moral y ética de una enseñanza es importante conocer las cuatro
nobles verdades, para su comprensión, el maestro zen Thich Nhat Hanh recomienda
recurrir a las llamadas 12 puestas en movimiento de la rueda del dharma:
Primera noble verdad:
sufrimiento. 1) reconocer: “esto es sufrimiento”; 2) alentar: “el sufrimiento
debe ser comprendido”; 3) comprender: “el sufrimiento es comprendido como un
hecho de la vida”.
Segunda noble verdad:
aparición y causas del sufrimiento. 4) reconocer: “existe un innoble camino que
conduce al sufrimiento”; 5) alentar: “existe un innoble camino que deberá ser
comprendido; 6) comprender: “este innoble camino es comprendido (cuando
señalamos que la causa particular de la infelicidad es el apego, la aversión y
el engaño)”.
Tercera noble verdad: la
cesación del sufrimiento. 7) reconocer que la felicidad es posible; 8) alentar:
“existe un innoble camino que deberá ser comprendido”; 9) comprender: “la
felicidad es alcanzada cuando desterramos de manera individual y colectiva el
apego, la codicia, la aversión, el odio, el engaño y la ignorancia”.
Cuarta noble verdad:
cómo surge la felicidad y el bienestar. 10) reconocer: “existe un noble sendero
que conduce a la felicidad y el bienestar”; 11) alentar: “el noble sendero debe
ser vivido”; y 12) comprender: “este noble sendero ha sido vivido al asumir el
compromiso de tener una visión adecuada y métodos de transformación sostenibles
que garantizan superar gradualmente la infelicidad y el sufrimiento provocados
por el malestar mental, dukkha, y por
la injusticias, samsara.
Sin
embargo, en todo proceso de cultivo de la sabiduría existen muchos obstáculos.
En el budismo se denominan las 10 formaciones internas que se presentan en el
siguiente orden:
1) Quedar
atrapado en los deseos del ego.
2) Tener
duda e ignorancia.
3) Quedar
atrapado en la arrogancia, los rituales y las supersticiones.
4) Creer
en la existencia de un yo autoexistente, solido y permanente.
5) Producir
ira y odio al defender posesiones, creencias e ideas.
6) Satisfacer
los deseos manifiestos por los sentidos.
7) Recurrir
a divinidades y a espíritus superiores para cumplir caprichos.
8) Manifestar
arrogancia y falta de humildad.
9) Estar
agitados por el domino de los apegos y las aversiones.
10) Vivir en la inconsciencia.
Por
otro lado, para superar las 10 formaciones internas, el budismo propone la
práctica de los llamados cinco elementos inevitables de la existencia: plena
consciencia de que moriremos (1); de que envejeceremos (2); de que enfermaremos
(3); de que toda persona o cosa a la que me apego, adhiero y aferro algún día
tendré que abandonar (4); y de que en la vida habrá muchas personas y cosas que
quisiera tener, pero que no las tengo ni las tendré (5). De las tres primeras
es imposible huir; las dos últimas no se pueden evitar.
Por
la ciencia, por la meditación, que le descubre el origen, la verdadera
significación, la autonomía de cada pensamiento, de cada estado de conciencia,
el sabio disuelve su yo. Por la extirpación del deseo, de toda servidumbre a
los bienes materiales, consigue dar a estos mismos elementos de pensamiento una
serenidad inalterable. Sabe que el yo es una ilusión; advierte las causas de
donde esta ilusión se origina, y puede entonces librarse de todo renacimiento.
Ha vencido el devenir que engendra los sufrimientos humanos y se suma en la paz
del Nirvana.