Si bien al hablar de
psicología clínica es realmente difícil señalar una corriente terapéutica como
la más eficaz o la mejor alternativa para tratar los diversos problemas
relacionados con la salud mental, y esta sería una buena razón para desatar
acalorados e intensos debates, no podemos afirmar que la psicoterapia se
mantenga aislada, al igual que cualquier cosa, del paso del tiempo.
La evolución también está
presente en la psicoterapia, actualmente vivimos la tercer generación de las
terapias conductuales (Isabel Caro habla de una cuarta fase en las terapias
cognitivas, pero eso es otro tema el cual trataré en otro momento). La primera
generación se centraba en estímulos y respuestas en condicionamiento clásico y
operante. La segunda era la terapia cognitivo conductual, que trabaja para
modificar el contenido de nuestros pensamientos y cambiar así cómo nos
sentimos. La tercera es la terapia basada en mindfulness y aceptación.
Investigadores como Steven Hayes, fundador de la terapia de aceptación y
compromiso, descubrieron las estrategias de tratamiento en mindfulness y
aceptación cuando buscaban nuevas soluciones para dilemas clínicos intratables.
Podemos encontrar los antecedentes
de la intervención en mindfulness miles de años atrás, en la meditación, que
forma parte de la tradición budista, el término “mindfulness” es la traducción
al inglés de la palabra sati que en
la lengua pali (idioma en el que se registraron originalmente las enseñanzas de
Buda) significa conciencia, atención y
recuerdo. Actualmente, además de las cualidades mentales de conciencia,
atención y recordar, se han agregado las cualidades de no juzgar, la aceptación
y la compasión al concepto y a la práctica del mindfulness.
Jon Kabat-Zinn, uno de los
exponentes más importantes de esta intervención, define a la terapia en
mindfulness como “la conciencia que surge de prestar atención intencionalmente
en el momento presente y sin juzgar; a
las experiencias que se despliegan en cada momento”. Otros la consideran como
“una autorregulación de la atención, mantenida en la experiencia inmediata, que
permite así un mayor reconocimiento de los acontecimientos mentales en el
momento presente” y “adopta una orientación particular hacia la propia
experiencia, caracterizada por la curiosidad, la apertura y la aceptación”.
Aunque parezca sencillo
entender el concepto de mindfulness, junto con sus elementos vivir el presente,
la conciencia, la atención, el no juzgar, la aceptación y la compasión, llevar
esto a la práctica no es tan fácil como podrían imaginarlo, para ello se
sugiere considerar antes la idea opuesta. El mindlessness o ausencia de consciencia,
pasamos la mayor parte del tiempo actuando en “piloto automático”, vivimos
entre recuerdos del pasado y fantasías del futuro, con nuestro cuerpo y nuestra
mente en diferentes lugares. ¿Cuántas veces nos hemos sentido así?, ¿Cuántas
veces hemos cometido un error o hemos olvidado algo por desviar nuestra
atención de nuestras actividades y comenzamos
a divagar?, ¿Cuántas veces hemos revivido los afectos negativos de un
suceso que en su tiempo nos provocó sufrimiento?, ¿Cuántas veces hemos
explotado con o sin razón aparente porque somos incapaces de gestionar de la
mejor forma posible nuestras emociones?, ¿Cuántas veces hemos sido conscientes
y vivido plenamente el presente? En esto último consiste el mindfulness.
A partir de técnicas de
exploración corporal, de meditación, ejercicios en donde se pretende mantener
la atención y la consciencia en el momento presente, e inclusive del yoga,
junto con los otros elementos propios de la corriente que adopte la
intervención en consciencia plena o mindfulness se han obtenido buenos resultados
al tratar diversas problemáticas como la depresión, el trastorno límite de la
personalidad, trastornos de ansiedad, adicciones, trastornos alimentarios,
estrés, dolor crónico; además de otros grandes beneficios que se verán reflejados
en la calidad del sueño, las relaciones interpersonales, la salud cerebral y la
forma en la que disfrutamos de nuestra vida al centrarnos únicamente en el
momento presente y aceptar cada aspecto de nuestras vidas, ya sea que nos
causen sufrimiento o felicidad.
Si gustan entrarle al
mindfulness pueden hacerlo a partir de este par de modalidades para la práctica
(cortesía de Siegel y colaboradores):
-
Mindfulness diario: implica recordarnos
durante el día que debemos prestar atención a lo que ocurre en cada momento sin
alterar de manera radical nuestras rutinas. Significa sentir las sensaciones de
caminar cuando caminamos, el sabor de la comida cuando comemos, y el aspecto de
nuestro entorno cuando nos desplazamos.
-
Práctica de meditación formal: dedicar un
tiempo para sentarse tranquilamente a meditar. Hay varios tipos de meditación
que pueden cultivar el mindfulness; la mayoría implica elegir al principio un
objeto de atención, como la respiración y centrarla en ese objetivo cada vez
que la mente vaga. Esto desarrolla un grado de calma que a su vez, nos permite
centrar mejor la mente en el objeto elegido. Una vez establecido cierto grado
de concentración, la meditación mindfulnness conlleva dirigir la mente a lo que
aparezca predominantemente en ella, ya sean experiencias físicas como una
picazón, un dolor o un sonido, o experiencias emocionales que se manifiesten en
el cuerpo, como la opresión en el pecho que se asocia con el enfado o el nudo
en la garganta que aparece con la tristeza.
De la misma forma, Siegel nos expone algunas
ideas erróneas bastante comunes en occidente sobre meditación.
-
No es tener la mente en blanco: aunque
algunas prácticas de concentración estén hechas para vaciar la mente ese no es
el objetivo del mindfulness, su objetivo implica entrenar la mente para que sea
consciente de lo que está haciendo en todo momento, incluso ser consciente de
que estamos pensando cuando pensamos.
-
No es convertirse en seres sin emociones: las
personas esperan que la práctica de mindfulness los libere de la carga de las
emociones, especialmente de las que les causan sufrimiento, sin embargo, esta a
menudo tiene el efecto contrario. Al practicar para sentir el contenido de la
mente, llegamos a sentir nuestras emociones de manera más completa e intensa.
Nuestra capacidad para reconocer cómo nos sentimos aumenta al renunciar a las
defensas normales, como distraernos con entretenimiento y comida.
-
No es apartarse de la vida: aunque la mayoría
de las prácticas de meditación fueron perfeccionadas por monjes y monjas que se
volvieron ermitaños al alejarse de las relaciones interpersonales y la
civilización esto no es del todo necesario. En cambio, las vicisitudes de la
vida se experimentan de manera más vívida porque dedicamos el tiempo necesario
a prestar atención en nuestra experiencia en cada momento.
-
No es buscar la dicha: aunque se producen
estados de ánimo excepcionalmente agradables, en la meditación mindfulness, les
permitimos surgir y desaparecer, no nos apegamos a los estados de felicidad ni
tampoco rechazamos los desagradables.
-
No es escapar del dolor: cuando analizamos y
aceptamos las experiencias desagradables, nuestra capacidad de soportarlas
aumenta. También descubrimos que las sensaciones dolorosas son diferentes del
sufrimiento que las acompaña. Somos conscientes de que el sufrimiento surge
cuando reaccionamos con resistencia ante el dolor, cuando protestamos o lo
evitamos, en lugar de aceptarlo momento a momento.
El tema del mindfulness es sumamente
interesante, y es una intervención que está siendo adoptada rápidamente por una
buena cantidad de terapeutas; esta es sólo una breve presentación que trato de
exponer de la forma más básica posible, si les interesa conocer más acerca de
esto les sugiero leer el Manual clínico de Mindfulness de Fabrizio Didonna.