viernes, 21 de febrero de 2014

LA PSICOTERAPIA A TRAVÉS DEL TIEMPO


Actualmente, dentro de la psicoterapia, existe una infinidad de teorías y posturas para explicar el comportamiento patológico, desde las que toman en cuenta la herencia genética y la influencia de procesos anatómicos, fisiológicos y bioquímicos hasta las que consideran el ambiente y los factores culturales, y también están las que toman elementos de ambos extremos y consideran que el mismo ambiente será el encargado de detonar aquellos trastornos que presentan una predisposición genética e incluso modificar la citoarquitectura cerebral. Pero, antes de todas estas teorías, y antes de toda la tecnología necesaria obtener el conocimiento con el que formularon las mismas, ¿Cómo concebían la enfermedad mental?

Seguramente les resultará conocido el concepto de “demonología”, las ideas que de aquí parten sugieren que la enfermedad es producto de la influencia que fuerzas sobrenaturales como espíritus malignos, demonios, hechiceros, brujas o dioses tienen sobre el organismo y cuyos métodos de tratamiento consisten en diferentes rituales, como exorcismos, trepanaciones, uso de amuletos, limpias, etcétera. Todas estas ideas resultan difíciles de creer (y aún más difícil de creer es que actualmente haya quien las considere como reales) sin embargo, hay dos cosas que no debemos dejar de tomar en cuenta, el contexto (algunos siglos antes de nuestra era, sin ciencia ni tecnología) y el peso de la cultura y todo lo relacionado con esta, como la religión y/o mitología, así que no sería de extrañar que la mejor explicación que encontraron nuestros antepasados para la convulsiones de la epilepsia, el ataque violento de un psicótico, la sensación de un miembro fantasma o un fuerte ataque de migraña fueran los espíritus o demonios.

Ahora viajemos a través del tiempo y el espacio hasta la Grecia del siglo IV  antes de nuestra era, momento en el que algunos filósofos dejaban de lado las ideas demonológicas y comenzaban a utilizar la observación y la experimentación, como en el caso de Alcmeón quien disecó y señaló la relación entre los órganos de los sentidos y el cerebro, deduciendo que el centro del alma se encontraba en este órgano.

Hipócrates, otro ilustre griego, se encargó de clasificar las enfermedades mentales en manía, melancolía y frenitis. De la misma forma formuló la teoría tipológica, la cual sugiere que el temperamento de los individuos está determinado por la predominancia de algunos de los cuatro humores básicos, la sangre, la bilis amarilla, la bilis negra y la flema. Sus descripciones de las enfermedades indican que desde entonces se conocían la epilepsia, la histeria, la psicosis posparto y los síndromes cerebrales agudos que aparecen con algunas enfermedades infecciosas o después de una hemorragia.

Otro que también estudió la anatomía y fisiología del sistema nervioso fue Galeno, y postuló que la existencia de síntomas no indicaba que el órgano que los expresaba estuviese en realidad alterado o dañado. Empédocles hablo de la importancia de las emociones y señalo que el amor y el odio eran fuentes fundamentales que determinaban cambios en el comportamiento humano. Platón concibió la idea de un alma tripartita, compuesta de una parte racional, una parte libidinal y una parte “espirituada” (seguramente a más de uno esto último le recordará a la estructura de la personalidad propuesta por Freud).

Después de esto viene la edad media, y con el oscurantismo característico de la época regresaron las ideas demonológicas que culpaban a las brujas y espíritus malignos de todo lo malo que le ocurría a la humanidad, incluyendo los trastornos mentales. En aquella época Johann Weyer trabajo abiertamente en contra de estas ideas y condenó a los que acusaban a las mujeres de brujería; dio explicaciones de las psicosis de masa, y describió que muchas de esas psicosis surgían de síntomas de melancolía que provenían del amor. Este médico trató con éxito a algunas personas acusadas de brujería, sentándose con ellas y sosteniendo platicas durante largos periodos.

Muchos otros filósofos mostraron un fuerte interés por la mente, como Descartes quien consideraba que el verdadero conocimiento viene de la aplicación del “pensamiento puro” y estableció una explicación dual de la conducta humana, o Kant que sostenía que el mundo que conocemos es construido por la mente humana y que toda construcción mental se organiza en esquemas.

La historia de la humanidad es extraordinariamente larga en comparación con la historia de la psicología, que desde su nacimiento como disciplina científica no tiene más de 150 años, razón suficiente para investigar en la filosofía, antropología, historia y demás campos del conocimiento las diferentes representaciones que existen sobre la enfermedad y la salud mental y los tratamientos existentes en las diferentes culturas.

¿Y usted cómo cree que sería el mundo de haberle dado continuidad a las ideas de los griegos? ¿Conocen algún otro dato interesante respecto a la historia de la psicoterapia?

jueves, 13 de febrero de 2014

PORQUE SIGUE SIENDO IMPORTANTE, EL APEGO (III) DURANTE LA ETAPA ADULTA

Ya hace algún tiempo había escrito sobre el apego, exponiendo el trabajo de sus dos más importante exponentes: John Bowlby  y Mary Ainsworth. Si recuerdan bien, el apego no es un vínculo que se dé únicamente durante la niñez, ni es exclusivo de la relación madre-hijo, este es un proceso que dura toda la vida en el cual las figuras de apego cambian de forma continua.

Durante la adolescencia y etapa adulta las personas tienen una mayor y más amplia variedad para elegir una figura principal de apego, además de la madre, el padre y otros familiares, los adolescentes y adultos buscan la proximidad y el confort de los amigos, pareja sentimental, profesores, terapeutas, sacerdotes y, en el caso de las personas mayores, las hijas e hijos y nietos. Recodemos que, al funcionar como una jerarquía, la madre y los demás cuidadores anteriores no quedan totalmente excluidos sino que cambian su posición y funciones, este procedimiento implica una gradual transición de los padres a los amigos y pareja sentimental.

Shaver y Hazan fueron algunos de los pioneros al considerar que la experiencia amorosa puede ser entendida desde los patrones de apego formados en la infancia y que se mantienen  a lo largo del ciclo vital. Propusieron una escala para medir el estilo de apego en adultos la cual consistía en tres ítems que representaban los tres estilos de apego básicos. Los resultados indicaban que:


-          Hay una gran estabilidad en el patrón relacional básico a lo largo de la vida; especialmente después de la adolescencia.

-          La historia y el estilo de apego se relacionan con la experiencia amorosa que tienen las personas adultas en el sentido esperado por la teoría: experiencia amorosa más positiva en el caso de las personas que poseen una historia afectiva más positiva y un estilo de apego más seguro.

-          Los modelos mentales que las personas tienen de sí mismas, de los demás y de las relaciones amorosas se relacionan con la historia y el estilo de apego en el sentido esperado por la teoría: los modelos mentales más positivos se relacionan con una historia de apego satisfactoria.

Por lo tanto, los estilos de apego pueden considerarse como prototipos o estilos de amar. Feliz López formula algunas de las características que se encuentran presentes en las relaciones de acuerdo el estilo de apego de cada individuo:

1.    Estilo de apego seguro. Se asocia con relaciones confiadas y positivas sus características principales son:

-          Mayor autonomía previa. Son personas con más capacidad para vivir sin establecer vínculos amorosos de pareja, aunque están predispuestos a ello. Tienen más capacidad para vivir solas de forma constructiva si no encuentran razones para formar pareja.

-          Mejor selección de la pareja. Pueden seleccionar mejor la pareja porque suelen tener mejores habilidades sociales, estando menos apremiados por esta necesidad.

-          Mejor establecimiento del vínculo. Son más capaces de decidirse a formar pareja, vivir la intimidad y establecer compromisos. Tienen relaciones más seguras y confiadas.

-          Ideas más realistas y favorables sobre el amor. Sus ideas sobre el amor son realistas, pero finalmente positivas. Consideran que es posible vivir en pareja de forma satisfactoria.

-          Mayor facilidad para la intimidad y el compromiso. Les cuesta menos involucrarse en relaciones de intimidad y establecer compromisos.

-          Mayor satisfacción con el vínculo. Normalmente tienen un grado de satisfacción mayor en las relaciones que los otros estilos de apego. Se sienten más seguros, disfrutan más de la relación y tienen menos temores referidos a ella.

-          Mejor elaboración de la ruptura. Si tienen razones para romper, lo hacen con más facilidad que los ansiosos y mejor que los evitativos; aunque pasan por periodos de profundo dolor, rehacen mejor su vida.

 

2.    Estilo de apego ansioso. Se asocia a relaciones dependientes y a una continua necesidad de confirmación de que se es amado. Sus características principales son:

-          Dificultades con la autonomía. Las personas que tienen este estilo de apego se sienten inseguras e inestables en general. Soportan mal la soledad y tienen dificultades para construirse una vida sin pareja.

-          Búsqueda y selección de pareja precipitada. Su estado de inseguridad y ansiedad los lleva a buscar relaciones de forma precipitada, salvo que tengan otros miedos inhibidores.

-          Miedo a no ser amado o amada. Una vez establecida la relación tienen mucho miedo a ser abandonadas. Se sienten inseguras y necesitan que les confirmen continuamente que se les quiere.

-          Miedo a la pérdida y celos más frecuentes. El miedo al abandono y la inseguridad favorecen los celos infundados. Tienden a sentir ansiedad ante separaciones breves.

-          Ideas contradictorias sobre el amor. Consideran que las relaciones amorosas son lo más importante de la vida, pero que pocas veces se consigue la relación adecuada. Es frecuente que piensen que ellas son muy capaces de entregarse y que nunca encuentran a la persona que se merecen.

-          Mayor dificultad para romper una relación. Tienen mucha dificultad para hacerlo aunque estén convencidas que deben hacerlo, porque les da mucho miedo la soledad.

-          Inestabilidad e inseguridad emocional. El patrón de emocional básico es de inseguridad e inestabilidad emocional, manifestadas explícitamente.

3.    Estilo de apego evitativo. Tiene que ver con relaciones desconfiadas y distantes. Sus características son las siguientes.

-          Pseudo-autonomía emocional. Tienen una aparente capacidad de estar solas, pero se trata de una falsa autonomía defensiva. Se hacen pasar por personas duras e insensibles.

-          Miedo a la intimidad. La intimidad emocional, la expresión de emociones, la comunicación de asuntos muy personales, la intimidad personal a veces, etc., les crea incomodidad y malestar. Prefieren relaciones más formales y distantes, incluso en la pareja.

-          Dificultad para establecer relaciones. Les cuesta mucho tomar la decisión de formar una pareja, porque pueden percibirlo como una amenaza a su propia intimidad.

-          Relaciones con poca intimidad. Las relaciones tienden a ser frías y distantes, con menos comunicación emocional.

-          Dificultades para las manifestaciones afectivas. Les cuesta manifestar sus sentimientos y afectos y les crea malestar el que lo haga su pareja.

-          Ideas pesimistas sobre el amor. Tienden a pensar que las relaciones amorosas no existen realmente; son cosas del cine o la literatura.

-          Aparente facilidad para la ruptura. Toman decisiones de forma aparentemente fácil en el caso de que tengan razones para romper.

-          Inseguridad camuflada. Es un patrón de inseguridad básica ocultada a través de diferentes defensas. El miedo a la intimidad tiene precisamente el mismo origen: temen afrontar sus problemas.

Por otro lado Bartholomew y Horowitz al analizar la teoría propuesta de Bowlby respecto a los Modelos Operativos Internos, los cuales están compuestos por dos variables, la representación mental de sí mismo (que se expresa en términos de autoestima) y la representación mental de los demás (que se expresa en términos de confianza), elaboraron el Relationship Questionnaire (RQ) a partir de dos dimensiones, la de la ansiedad (por la separación, abandono o amor insuficiente) y de evitación (de la intimidad, dependencia y expresividad emocional), al combinar estas dos dimensiones resultan cuatro patrones de apego: seguro (modelo positivo del yo y de los otros), preocupado (modelo positivo de los otros, negativo de sí mismo), rechazante (modelo negativo de los otros, positivo de sí mismo) y temeroso (modelo negativo de los otros y de sí mismo).

 

La representación mental de sí mismo expresado en términos de autoestima, indica la capacidad del individuo de regular el grado de dependencia hacia los demás. Una persona segura aceptará el grado óptimo de independencia del otro, necesario para satisfacer las necesidades afectivas, y garantizar su autonomía general.

La representación mental de los demás, que se expresa en términos de confianza de modo que las personas pueden mostrar confianza o desconfianza hacia los demás. En las relaciones interpersonales, la confianza se expresa en términos de evitación. Una persona segura no tendrá motivos para evitar las relaciones de proximidad.

 Al cruzar estas dos dimensiones obtenemos un cuadro similar al siguiente:



 

Cada individuo podría situarse en una zona de alta o baja dependencia al igual que en la escala de evitación, dando lugar a los cuatro estilos de apego propuestos por Bartholomew.
 

Seguro: persona que siente bienestar con la intimidad y la autonomía. Se caracteriza por un bajo nivel de dependencia y un bajo nivel de evitación.
 

Preocupado: persona que tiende a mantener relaciones ansiosas y ambivalentes en situaciones de proximidad, en general muy dependiente. Se caracteriza por un alto nivel de dependencia, bajo nivel de evitación.

 

Rechazante: persona que niega la necesidad de apego, mostrándose muy evitativa. Muestra una autosuficiencia defensiva, no cree en las necesidades afectivas. Posee un bajo nivel de suficiencia y un alto nivel de evitación.

 

 Temeroso: persona que teme la relación porque teme la intimidad. Reconoce que necesita de los demás, pero le aterra la proximidad. Posee un alto nivel de dependencia y un alto nivel de evitación.

Las relaciones de apego en la vida adulta se diferencian de otras relaciones porque proporcionan sentimientos de seguridad y pertenencia y en su ausencia aparecen sentimientos de soledad y desasosiego. Las conductas de apego son similares a las de la infancia: búsqueda de proximidad con la figura de apego en situaciones de estrés, sensación de seguridad en su presencia y de ansiedad cuando está inaccesible. La principal diferencia con el apego infantil estriba en que el sistema de apego adulto es reciproco.
En la infancia se establece una relación asimétrica entre el bebé y la figura de apego, esta última despliega el sistema de cuidados y ejerce sus propias funciones mientras que el infante es el receptor. En la vida adulta la relación entre dos personas vinculadas debe transformarse en simétrica. Cada persona ejerce de figura de apego para la otra y, a su vez, recibe los cuidados del otro. Todo esto ocurre bajo condiciones normales, ya que durante muchas de las dificultades de pareja, de diferente o mismo sexo, se producen desequilibrios en el sistema.

 Ahora que conocen de qué forma influye el apego en la etapa adulta y las características que se encuentran en cada estilo ¿De qué forma viven sus relaciones?