miércoles, 20 de junio de 2018

Mindfulness y los trastornos de ansiedad


Las personas que padecen un trastorno de ansiedad suelen manifestar los síntomas a través de tres canales diferentes, el subjetivo o autorreferente, la excitación fisiológica y la conducta somática-motora, las respuestas que se emiten desde estos canales pueden ser de utilidad para comprender y medir dicho trastorno; sin embargo, estos individuos, debido a la incomodidad de la experiencia que ofrece la ansiedad en sí, tratarán de evitar a toda costa vincularse con la experiencia.
Uno de los primeros objetivos que suelen plantearse en distintos procesos terapéuticos, el cual tampoco es la excepción para las intervenciones basadas en mindfulness, es vincular a los pacientes con el problema o conflicto que los lleva a consulta, reconocer el contexto en el que se presenta, el estimulo que lo detona, las conductas que representan el problema y los pensamientos y sensaciones que provocan el sufrimiento. En situaciones ordinarias las personas que padecen ansiedad no considerarían en lo más mínimo vivirla, buscarían cualquier medio para disminuir esta sensación, a pesar de que las mismas conductas evitativas a las que suelen recurrir para reducir sus síntomas han terminado por prolongar y exacerbar el sentimiento de angustia. Con el entrenamiento en atención plena las personas desarrollan un estado de ecuanimidad y cultivan actitudes de curiosidad y aceptación las cuales resultan de suma utilidad para abordar de manera distinta la experiencia y aproximarse a la sensación de ansiedad, reconociendo las emociones y las ideas que hacen de esta experiencia un conflicto.
Greeson y Brandley (2009) explican de manera precisa el impacto que tiene el entrenamiento en mindfulness sobre los trastornos de ansiedad:
La práctica del mindfulness en los trastornos de ansiedad funciona de la siguiente manera: cuando prestamos atención consciente a nuestra propia experiencia directa de ansiedad, en contraposición a identificarse con lo que uno piensa de la ansiedad, obtenemos una comprensión y una introspección muchísimo mejores de la experiencia de ansiedad y de nosotros mismos en relación con nuestro propio mundo. Dicha comprensión e introspección pueden proporcionar una base de respuestas más diestras frente al miedo, la ansiedad y el pánico, como ecuanimidad en lugar de reactividad y autorregulación sabia en lugar de aversión. En virtud de la flexibilidad psicológica y conductual que el mindfulness puede permitirse  en el momento presente, podríamos ser capaces de elegir conscientemente acciones efectivas para cubrir las necesidades en materia de seguridad y tranquilidad… La práctica del mindfulness puede tener un impacto positivo en comportamientos relacionados con la salud por sus efectos en la autorregulación cognitiva, afectiva y fisiológica. En especial, la práctica del mindfulness parece aumentar la flexibilidad conductual en condiciones previamente asociadas con la rigidez inadaptada, como la evitación relacionada con el miedo de las actividades cotidianas. Al despertarnos a las posibilidades a nuestro alcance en el  momento presente, a menudo se nos otorgan poderes para elegir una respuesta sabia ante una experiencia interior o un evento exterior perturbador, en lugar de que esa experiencia o ese evento dicten cómo debemos responder.

Depresión y mindfulness


La depresión es uno de los trastornos del estado de ánimo más frecuentes, y en las últimas décadas se ha visto que las cifras de casos van en aumento, esto ha llamado la atención de los profesionales de la salud mental, ya que se ha contemplado que en los años venideros será una de las principales causas de incapacidad.
La comprensión de este trastorno puede ser bastante compleja debido a los varios síntomas y manifestaciones que presenta, los cuales van desde la baja autoestima, el pesimismo, pérdida de interés, falta de energía, irritabilidad, sentimientos de culpa, pérdida de peso, aislamiento social, dificultades para concentrarse, insomnio, e ideación o intentos suicidas. La etiología puede ser variada, distinguiendo entre depresión endógena y reactiva; de este último tipo, posturas clásicas identifican una pérdida como el detonante de una depresión; según la teoría cognitiva, los individuos que presentan este trastorno suelen presentar errores en el procesamiento de la información, distinguiendo tres áreas en la distorsión: visión negativa hacia uno mismo, del futuro y del entorno.
Debido a la manera rígida y centrada que llegan a comportarse los individuos con depresión con sus mismos pensamientos, los comportamientos de evitación suelen estar presente en esta patología, dificultando la posibilidad de lograr cambios o progresos.
Con el entrenamiento en mindfulness se busca brindar a los pacientes la capacidad de ver los pensamientos como acontecimientos mentales en lugar de cómo hechos, romper la pauta de las respuestas que por lo general provocan  los pensamientos negativos de y, finalmente, cambiar su significado. Que las personas aprendan a tomar otra perspectiva en cuanto a pensar y a la conciencia. Que acepten la presencia de las ideas disfuncionales, y que al haberse distanciado y entendido como un evento mental más, disminuir su impacto y no permitir que dirijan su vida.
Barnhofer y Crane (2009) explican el funcionamiento de la terapia cognitiva basada en mindfulness (MBCT), desarrollada por Zindel Segal, Mark Williams y John Teasdale (2006), ésta fue específicamente diseñada pensando en la vulnerabilidad que la investigación cognitiva ha identificado en la terapia estándar como causa de las recaídas en los casos de depresión.
Es un programa de ocho semanas que combina la práctica de meditación mindfulness, siguiendo la teoría desarrollada por Jon Kabat-Zinn (2004) con intervenciones de terapia cognitivo conductual (CBT) utilizadas con éxito para el tratamiento de la depresión aguda. Igual que otras terapias cognitivo-conductuales de “tercera generación”, el énfasis del tratamiento reside en la aceptación y en el cambio, y el objetivo general es ayudar a los individuos que participan a ser más conscientes y a responder de otra manera a los pensamientos y las emociones negativos que pudieran desencadenar ciclos descendientes de pensamiento y de estado de ánimo. Estudios más recientes han empezado a adaptar la MBCT para un uso específico con pacientes que experimentan ideas suicidas serias o comportamientos suicidas durante la depresión…Dos ensayos controlados aleatorizados han evaluado la efectividad de la MBCT para la depresión recurrente. En un ensayo inicial multicentro llevado a cabo por Teasdale y colaboradores (2000), 145 pacientes recuperados de depresión fueron sometidos aleatoriamente a MBCT o al tratamiento habitual y fueron seguidos durante un periodo de 60 semanas. La MBCT redujo significativamente las tasas de recaída en pacientes con tres o más episodios previos de depresión; el 66% de los del grupo sometido al tratamiento habitual frente al 40% de los del grupo MBCT sufrieron recaída. Un estudio posterior de Ma y Teasdale (2004) replicaba esos resultados en una muestra menor compuesta por 73 pacientes recuperados, 55 de los cuales habían sufrido tres o más episodios de depresión. De este último grupo el 78% de los que habían continuado el tratamiento habitual recayeron durante el año de seguimiento, en comparación con sólo el 36% del grupo MBCT

martes, 24 de noviembre de 2015

LA MENTE ES INCONTROLABLE

Hace poco un estudio reveló que algunas personas prefieren recibir una descarga eléctrica a permanecer 15 minutos sentados sin hacer nada, únicamente estando en silencio con su propia mente y pensamientos ¿Qué es lo que provoca que esta experiencia sea tan aversiva? ¿Qué características presenta la mente que constantemente debemos recurrir a distractores para lidiar con el aburrimiento o la misma incomodidad de nuestros propios pensamientos?

A pesar de las claras diferencias entre las antiguas religiones y tradiciones espirituales de la humanidad, todas reconocen que el estado mental ordinario o “normal” de la mente de la mayoría de los seres humanos, contiene un fuerte elemento que podríamos denominar disfunción, e incluso locura. El hinduismo se aproxima a esta disfunción como una forma de enfermedad mental colectiva llamada maya; que podría traducirse como el velo del engaño; el budismo utiliza el término dukkha para referirse al estado ordinario de la mente. Dukkha podría traducirse por sufrimiento, insatisfacción o desdicha y constituye una característica de la condición humana; pecado es la palabra utilizada por el cristianismo para describir el estado colectivo normal de la humanidad. El significado originario de pecar es fallar en un objetivo, como un arquero que no da en el blanco. Por tanto, pecar significa no acertar con el sentido de la existencia humana. Su significado es vivir torpemente, ciegamente y, como consecuencia, sufrir y causar sufrimiento.

La mente presenta algunas particularidades, si la observamos detenidamente podremos contemplar que el pensamiento parece estar siempre presente, nunca ausente (incluso cuando dormimos); parece ser incontrolable; suele estar divagando en el pasado o en el futuro, casi nunca está en el presente, en el aquí y en el ahora; se mueve en el terreno de lo conocido, de la memoria, del pasado; gran parte del tiempo está en lucha constante rechazando lo que es e intentando cambiarlo; también es temeroso, se dedica a prevenir posibles males futuros protegiéndose; se da continuidad a sí mismo;  se dedica a fantasear, proyectando imágenes, situaciones e ideas; se mueve obedeciendo un principio hedonista (se aproxima hacia lo que le proporciona seguridad, hacia lo que le resulta agradable y, se aleja o evita aquello que le produce temor o le resulta aversivo); está, en parte, controlado por las contingencias (especialmente de reforzamiento negativo); se relaciona con las emociones y con el cuerpo de forma bidireccional; el contenido o significado literal del pensamiento influye notablemente en la psicología de la persona; es relacional y arbitrario; la función de los estímulos puede transferirse a otros y/o transformarse; está sometido al control estimular ejercido por ciertas claves contextuales (internas: como un pensamiento, un  recuerdo, una sensación; y externas: como ver a un estímulo u oír un ruido); puede ser reaccionario, respondiente, automático; presenta un fuerte componente de control; suele actuar según ciertos hábitos tales como la queja, la agresividad, la impaciencia, la búsqueda de reconocimiento, las justificaciones, etc.; es fragmentario, divisorio, sectario; por lo que, no es holístico, no puede acaparar la realidad en su totalidad; puede ser repetitivo, obsesivo, valorativo, rumiativo, comparativo, condenatorio, recriminatorio, neurótico, etc., generando con ello un gran sufrimiento.

De todas sus particularidades son dos las que crean y mantienen el sufrimiento y el conflicto al vivir en piloto automático: la identificación y la reactividad. La mayoría de la gente está tan completamente identificada con la voz de su cabeza –el torrente incesante de pensamiento involuntario y compulsivo y las emociones que lo acompañan- que podríamos describirla como poseída por su mente. Cuando nos somos completamente conscientes de esto, creemos que el pensador somos nosotros. Eso es la mente egótica. Se le llama egótica porque hay un sentido del yo (ego) en cada pensamiento, en cada recuerdo, interpretación, opinión, punto de vista, reacción, emoción. Nos identificamos con nuestro pensamiento. Es decir, podemos llegar a creer que somos esa voz que habla sin cesar “dentro” de nosotros. Cabe hacer explícito que al identificarnos con los pensamientos lo hacemos con las “cosas” del mundo externo; más exactamente con la “idea” que tenemos de esa “cosa”.

El otro aspecto central es el hábito de reaccionar automatizado de la mente. La mente está siempre reaccionando: captura un estímulo y responde. Parece no haber espacio en medio; entre el estímulo y la respuesta. En ese reaccionar no hay consciencia, no hay discriminación del proceso entre las relaciones conducta-conducta (entre pensar, sentir y hacer; establecidas arbitrariamente en la historia de la persona). En cierto sentido, hay esclavitud. Mindfulness implica ver el proceso, ser consciente de él; practicar mindfulness es generar un espacio entre los estímulos (externos e internos) y las respuestas (externas e internas), creando entre ambos un tiempo para responder más adecuadamente, aportando con ello cierta libertad. Este reaccionar automatizado o impulsivo de la mente, está basado fundamentalmente en un movimiento dicotómico, cuya base es puramente hedonista: ante algo agradable reacciona aproximándose, acercándose, para intentar conseguirlo, mantenerlo o tener más; y, por el contrario, ante una estimulación aversiva reacciona alejándose, evitando o escapando para eliminarlo y no estar en contacto con ello. A través de la práctica de mindfulness se desarrolla la habilidad de permanecer presentes con una ecuanimidad inalterable ante toda experiencia o estimulación (tanto agradable como desagradable, de origen interno como externo), por lo que la mente deja de responder con avidez y aversión (aproximándose y alejándose), permaneciendo inmóvil, atenta, calma y serena. Se trata de entrenarnos en diferenciarnos de nuestros pensamientos y emociones, de no dejarnos arrastrar por ellos, de dejar de reaccionar; se trata de permitirnos simplemente estar, simplemente ser.

El piloto automático, la inconsciencia con la que solemos vivir tiene una base biológica y evolutiva, y es que los procesos inconscientes tienen la ventaja de ayudarnos a procesar más información de manera simultánea con un menor coste energético. Por ejemplo, los patrones de acción fijos (PAF) son conjuntos de activaciones motoras automáticas y bien definidas, que cuando se activan producen movimientos bien delimitados y coordinados. La respuesta de escape, la marcha, la deglución, etc. Se podría considerar que los PAF son módulos de actividad motora que liberan al sí mismo de gastar tiempo y atención innecesarios, en todos y cada uno de los aspectos del movimiento en curso.

De la misma forma los hábitos son acciones o pensamientos que se presentan como respuestas, aparentemente automáticas, a una experiencia dada. Se diferencian de los instintos en que un hábito se puede crear, modificar, o eliminar bajo una dirección consciente. Los hábitos son valiosos y necesarios. William James sostiene que el hábito simplifica los movimientos necesarios para alcanzar un resultado, los hace más precisos y disminuye la fatiga. En este sentido los hábitos constituyen una faceta en la adquisición de habilidades. Por otra parte el hábito disminuye la atención consciente con la cual se ejecutan nuestros actos. Que esto sea ventajoso o no depende de la situación. Alejar la atención de una acción hace que esta sea más fácil de ejecutar, pero también la vuelve resistente al cambio. El hecho es que nuestras virtudes son hábitos, al igual que nuestros vicios. Toda nuestra vida, hasta donde tiene una forma definida, no es sino una masa de hábitos –prácticos, emocionales e intelectuales- organizados sistemáticamente para nuestra felicidad o infortunio y que nos arrastran irresistiblemente hacia nuestro destino, cualquiera que pueda ser este.


William James también hablaba de la importancia de la atención para poder entender a la experiencia antes de poder sentirla: mi experiencia es aquello a que estoy de acuerdo en entender. Sólo aquellas cosas que advierto moldean mi mente; sin el interés selectivo, la experiencia es un completo caos. Solamente el interés da acento y énfasis, luz y sombra, primer plano y trasfondo; en una palabra una perspectiva inteligible. Una persona incapaz de mantener la atención es abatida por las experiencias, es incapaz de ordenarlas y puede actuar de forma confusa y caótica. A pesar de que la atención está muy predeterminada por los hábitos mentales, es posible hacer elecciones reales incluso en contra de esta marea de respuestas.

lunes, 21 de septiembre de 2015

LA PSICOLOGÍA DEL BUDISMO 2: LA SUPERACIÓN DEL DOLOR

Desde la tradición budista, se entiende que para alcanzar la conciencia hay que comprender cómo está constituido el ser humano, y según el mismo budismo, el ser humano está constituido de cinco agregados (skandhas):

-       Formas: hace referencia al cuerpo y abarca todos los fenómenos materiales, físicos y fisiológicos.
-       Sensaciones: emociones y sentimientos, hay tres tipos: agradables, desagradables y neutros.
-       Percepciones: se refiere a conceptos, ideas, pensamientos y creencias. Engloban la capacidad que tiene el ser humano de dar nombre a los fenómenos que pueden ser conocidos por medio de los sentidos o la tecnología.
-       Volición: son las formas mentales de acción voluntaria e involuntaria, que en parte están predeterminadas tanto por la genética como por la cultura para llevar a cabo una conducta determinada.
-       Consciencia: la capacidad de darse cuenta de qué y cómo existe la realidad, tanto dentro como fuera de uno mismo. Se encuentra definida como la función de mantener (memoria), conocer (cognitivo), comparar (análisis), almacenar (acumular) y recordar lo pensado, lo hablado y lo realizado. Existen tres niveles: burda, semi-sutil y sutil.

 Especial interés merece el agregado de las sensaciones-emociones, ya que constituye el puente que conecta a la mente con el ambiente externo a través de los seis órganos sensoriales: vista, oído, olfato, gusto, cuerpo y mente. El tipo de sensación puede ser agradable, desagradable y neutra, según la valoración que efectúa el yo al recibir los estímulos externos, si son deseados o no. Las sensaciones predisponen a la mente para estar en un estado de alegría; o en un estado de insatisfacción y sufrimiento; e incluso en un estado neutro.

El sufrimiento, tanto físico como mental, se experimenta como negación o resistencia. Nos resistimos al flujo natural de los fenómenos y las cosas. Esa negatividad puede aparecer como una pequeña irritación, o un estado de impaciencia dolorosa, o un estado de ira y odio. Esto nos hace infelices, y esta infelicidad se deriva de nuestra ignorancia respecto de la realidad. La ignorancia equivale a inconsciencia. De hecho, puede concebirse la consciencia ordinaria como un estado de sufrimiento, dada la costumbre de vivir las experiencias como una amenaza a la integridad de las personas o como conflictos por la imposición de cómo deben ser los fenómenos y las cosas de la vida.

El sufrimiento definido como dukkha lo generan el apego, la aversión y la ignorancia de una mente centrada en sí misma que cree tener el derecho de que sus deseos y creencias dominen sobre los demás. Una vez comprendido este mecanismo; sabiendo que, en realidad, cedemos, en esta noción del yo, a la ilusión, tenemos el poder de desligar los lazos que se establecen entre los pensamientos de devolver a cada cual su perfecta autonomía, de destruir ese yo engendrado por el deseo. El budismo no es sino la sabia técnica que permite al discípulo alcanzar este fin, conseguir la salvación por su esfuerzo perseverante y personal.

Para superar un estado de dukkha es tan importante conocer y comprender cómo, cuándo, dónde y por qué surge éste como comprender los mecanismos y funciones de la mente, para esto último es necesario practicar el dharma. Podemos entender el concepto de dharma de diferentes formas: como la transición oral y escrita de las enseñanzas del buda y de los maestros; y como objeto de conocimiento, esto es, como fenómeno; también se considera un estado mental, creencia o convicción determinados; aplicación moral y ética de una enseñanza, e igualmente se aplica el concepto para referirse a una ley o verdad. Hay que tomar en cuenta el contexto donde se ubica el concepto para entenderlo de manera correcta.

Al entender la idea de dharma como la aplicación moral y ética de una enseñanza es importante conocer las cuatro nobles verdades, para su comprensión, el maestro zen Thich Nhat Hanh recomienda recurrir a las llamadas 12 puestas en movimiento de la rueda del dharma:

Primera noble verdad: sufrimiento. 1) reconocer: “esto es sufrimiento”; 2) alentar: “el sufrimiento debe ser comprendido”; 3) comprender: “el sufrimiento es comprendido como un hecho de la vida”.

Segunda noble verdad: aparición y causas del sufrimiento. 4) reconocer: “existe un innoble camino que conduce al sufrimiento”; 5) alentar: “existe un innoble camino que deberá ser comprendido; 6) comprender: “este innoble camino es comprendido (cuando señalamos que la causa particular de la infelicidad es el apego, la aversión y el engaño)”.

Tercera noble verdad: la cesación del sufrimiento. 7) reconocer que la felicidad es posible; 8) alentar: “existe un innoble camino que deberá ser comprendido”; 9) comprender: “la felicidad es alcanzada cuando desterramos de manera individual y colectiva el apego, la codicia, la aversión, el odio, el engaño y la ignorancia”.

Cuarta noble verdad: cómo surge la felicidad y el bienestar. 10) reconocer: “existe un noble sendero que conduce a la felicidad y el bienestar”; 11) alentar: “el noble sendero debe ser vivido”; y 12) comprender: “este noble sendero ha sido vivido al asumir el compromiso de tener una visión adecuada y métodos de transformación sostenibles que garantizan superar gradualmente la infelicidad y el sufrimiento provocados por el malestar mental, dukkha, y por la injusticias, samsara.

Sin embargo, en todo proceso de cultivo de la sabiduría existen muchos obstáculos. En el budismo se denominan las 10 formaciones internas que se presentan en el siguiente orden:

1)    Quedar atrapado en los deseos del ego.
2)    Tener duda e ignorancia.
3)    Quedar atrapado en la arrogancia, los rituales y las supersticiones.
4)    Creer en la existencia de un yo autoexistente, solido y permanente.
5)    Producir ira y odio al defender posesiones, creencias e ideas.
6)    Satisfacer los deseos manifiestos por los sentidos.
7)    Recurrir a divinidades y a espíritus superiores para cumplir caprichos.
8)    Manifestar arrogancia y falta de humildad.
9)    Estar agitados por el domino de los apegos y las aversiones.
10)  Vivir en la inconsciencia.

Por otro lado, para superar las 10 formaciones internas, el budismo propone la práctica de los llamados cinco elementos inevitables de la existencia: plena consciencia de que moriremos (1); de que envejeceremos (2); de que enfermaremos (3); de que toda persona o cosa a la que me apego, adhiero y aferro algún día tendré que abandonar (4); y de que en la vida habrá muchas personas y cosas que quisiera tener, pero que no las tengo ni las tendré (5). De las tres primeras es imposible huir; las dos últimas no se pueden evitar.

Por la ciencia, por la meditación, que le descubre el origen, la verdadera significación, la autonomía de cada pensamiento, de cada estado de conciencia, el sabio disuelve su yo. Por la extirpación del deseo, de toda servidumbre a los bienes materiales, consigue dar a estos mismos elementos de pensamiento una serenidad inalterable. Sabe que el yo es una ilusión; advierte las causas de donde esta ilusión se origina, y puede entonces librarse de todo renacimiento. Ha vencido el devenir que engendra los sufrimientos humanos y se suma en la paz del Nirvana.




lunes, 17 de agosto de 2015

LA PSICOLOGÍA DEL BUDISMO 1: LA CONCEPCIÓN DEL DOLOR

Se dice que el historiador Arnold Toynbee señaló que la expansión de la tradición budista a occidente se convertiría, con el paso del tiempo, en el evento histórico más importante del siglo XX, antes de él Carl Jung sostenía que aunque el budismo tenía métodos sumamente efectivos para que el ser humano alcanzara la individuación o el desarrollo psíquico interior consideraba sumamente difícil que la mente occidental pudiese adoptar esta filosofía.

Actualmente distintas corrientes psicoterapéuticas, como la gestalt o algunos enfoques pertenecientes a las terapias conductuales de tercera generación como el mindfulness, han ido incorporando las enseñanzas del Buda a la práctica clínica, ¿cuáles son los aspectos de esta tradición que ha llamado la atención de distintos pensadores y ha hecho que poco a poco vaya entrando al colectivo occidental?

La tradición búdica en Asia reconfigura la ley de la interdependencia por medio de una cualidad que el maestro Thich Nhat Hanh llama la “semilla de la atención vigilante” que poseen todos los seres humanos como un elemento constitutivo de su naturaleza; también se denomina naturaleza búdica: buddhata. Se puede concebir como la morada de la divinidad que el ser humano tiene en su corazón, independientemente de la vida que lleve y de las cosas que haya hecho en el transcurrir de su existencia. Más específicamente, la budeidad interna podría equipararse al dogma cristiano de la presencia del Espíritu Santo en los corazones, energía que se manifiesta como una semilla de atención iluminada. Esto último aparece como un elemento que permite generar conciencia de las causas de las experiencias y de los efectos de las acciones.

Thich Nhat Hanh plantea que la ausencia de la atención, ya sea concebida como una cualidad humana o divina, propicia inconsciencia. Las emociones, las reacciones involuntarias, los deseos y las aversiones explican el comportamiento ordinario. El budismo sostiene que dado ese estado donde las pulsaciones inconscientes dominan los mecanismos que generan pensamientos palabras y acciones constantemente está uno en estado de descontento, nerviosismo e incomodidad a lo que se le nombra dukkha. Cabe aclarar aquí que dukkha es un estado existencial que genera dos fenómenos: el desacuerdo que se da entre la mente y la realidad; y la raíz de tal oposición, el desencuentro entre la consciencia y el cuerpo. La separación consciencia-cuerpo no es más que una particularidad de la descoordinación mente-realidad. Al tener una perspectiva fragmentada de la realidad, se anula la capacidad de ver, sentir y conceptuar las cosas y los fenómenos como son. Prevalece una confusión crónica que genera estados desagradables o insatisfactorios.

Por todas partes hallamos el dolor; nadie escapa de su opresión, lo que hace al dolor ineluctable es la evolución, el devenir perpetuo en que van arrastradas todas las cosas, porque si la suerte ofrece a algunos horas de alegría, éstas son forzosamente fugitivas, conducen a una separación tanto más dolorosa cuanto mayor fue la dicha efímera que dispensaron. Todos los seres se hallan devorados por el fuego del deseo. Se esclavizan a los objetos que desean, se atormentan con esperanzas y por lograrlas abandonan su condición presente. Sosegar el deseo, suprimir toda subordinación a esta o aquella realidad, es tanto como detener el devenir y libertarnos de todos nuestros males.

De acuerdo a la tradición budista, no existe una idea de alma como tal, sin embargo, ¿de dónde nace esta ilusión? Sucede que, a pesar de todo, en nosotros se forma continuamente una especie de personalidad, de alma. Esas ideas innumerables, esos estados de conciencia son independientes uno del otro, desde luego. Sin embargo, evolucionan en nosotros, uno al lado del otro durante unos instantes, unos días, a veces durante años,  cuando se tratan de impresiones fundamentales que reaparecen siempre. Se acostumbran uno al otro; se adhieren, se adaptan uno al otro, como se adhieren y se adaptan uno al otro los individuos que viven en un mismo grupo social. En otros términos: esta evolución, esta adherencia, este deseo, que son la causa de todos los dolores, no los hallamos solamente en las vidas individuales: provocan en nuestro fondo íntimo nuestros estados de conciencia, entregándonos así por completo al sufrimiento.

Por esta misma razón, el Buda aconseja no aceptar ninguna enseñanza como cierta sólo porque proviene de alguna costumbre, o porque la dice una autoridad, o porque está escrita en algún texto, o incluso porque constituye un razonamiento bien armado y con impecable lógica. Sólo podemos aceptar como ciertas aquellas enseñanzas que al ponerlas en práctica tienen los resultados esperados: cada argumento e hipótesis tienen que pasar la prueba de la experiencia para convertirse en una enseñanza cierta. Para comprender esto, hay que partir de que la mente suele vivir en un mundo de engaños y falsas percepciones, producto de herencias culturales, idiomáticas y hasta religiosas. Por eso es necesario asumir que somos capaces de aprender cosas nuevas, y que es factible que las nuevas experiencias nos hagan cambiar de opinión.

Así, necesitamos definir, ya sea por medio del intelecto y de la experimentación, cuál es la verdadera naturaleza de las cosas, de uno mismo y de los demás a fin de superar complejos, miedos y creencias ideologizadas. En consecuencia, las enseñanzas del budismo se encuentran fuera de los dogmas y de las reglas que imponen una institución central, autoridad o escritura. La estructura teórica y práctica se encuentra en los resultados dados por la experimentación de las instrucciones comúnmente llamados preceptos (shila) o entrenamientos. Éstos hacen posible la estabilización y concentración mental (samadhi) que a su vez permiten un proceso de análisis e investigación (vipassana) que da como resultado comprender la naturaleza primigenia y última de las cosas y los fenómenos (prajña). Por tanto, el método de conocimiento del budismo es muy diferente al método de los principios nacidos por dogma, fe o por los principios de las tradiciones dogmáticas y fundamentalistas.


lunes, 3 de agosto de 2015

¿POR QUÉ ALGUNOS HOMBRES MATAN?

¿Por qué algunos hombres matan?
Los seres humanos tienen un temor natural contra el asesinato. Si se le da a un hombre normal un cuchillo y se le pide que le corte el cuello a un semejante, sin duda se negara. Pues no puede hacerlo. Es algo básico en el hombre, algo que lleva en la sangre y que es parte y motivo de ser humano. Los militares lo comprenden bien, desensibilizan a los reclutas, alteran sus espíritus  para que puedan obedecer órdenes sin vacilar…
Pero existen hombres que matan por placer ¿Qué línea cruzan estos hombres que los transforma de seres humanos en asesinos? ¿Qué los autoriza para matar, no sólo una vez, o dos, sino muchas veces?
He dedicado mi vida a resolver esta pregunta. 
Bruce Wayne, en Batman de Arkham.

Batman de Arkham es una historia ambientada en el año de 1900 en el que Bruce Wayne, además de enfrentar en las calles a los psicópatas de Ciudad Gótica y recluirlos en el Asilo Arkham, es un psicólogo en el mismo asilo que se encarga de su tratamiento y de reintegrarlos a la sociedad; empieza esta historia con esta pregunta ¿Por qué algunos hombres matan? ¿Qué lleva a un psicópata a convertirse en lo que es?

Hace tiempo leí una teoría que presentaba a los psicópatas como una subespecie del homo sapiens; y que los individuos que formaban parte de esta subespecie tenían la función de aniquilar individuos de otros grupos u otras especies de humanos como lo fueron los neandertales, esta misión sería particularmente más sencilla para estos individuos debido a la frialdad que los caracteriza; y que en tiempos actuales personas con características similares desempeñan labores con un alto valor social como en el caso de CEO´s o neurocirujanos. Aunque esta hipótesis me resultó sumamente interesante, la encontré poco válida por dos razones, la primera, no todos nacen psicópatas, aunque la psicopatía presenta una disfunción con una base neurobiológica que muestra una menor densidad en la corteza prefrontal, área relacionada con el autocontrol y la toma de decisiones en los campos personales y sociales, suele ser necesario que el individuo que presenta psicopatía se haya visto envuelto en situaciones adversas, de violencia o carencia en sus primeros años de vida, es por ello que algunas personas que nacen con "cerebro de psicópata" pero que fueron criadas con afecto y cuidado no desarrollan un comportamiento antisocial. Y finalmente, porque los seres humanos evolucionamos y perseveramos como especie principalmente por nuestra capacidad de cooperación más que por el interés en los atributos y bienes personales.

El término psicópata se refiere a los individuos que son antisociales en forma crónica y no son capaces de formar vínculos importantes o tener lealtad hacia otras personas, grupos o códigos de vida. Son por lo tanto personas insensibles, que se dan a los placeres inmediatos, parecen carecer de un sentido de responsabilidad y, a pesar de cualquier castigo o intento de corrección, no aprenden a modificar su conducta. Carecen de juicio social, y sin embargo a menudo son capaces de elaborar racionalizaciones verbales que suelen convencerlos de que sus acciones son razonables y justificadas.

Lo típico es que estos individuos se caracterizan por inmadurez emocional, que se refleja en su respuesta impulsiva e instantánea que presentan ante sus sentimientos. Su personalidad parece estar dominada por impulsos coercitivos primitivos, al grado de excluir su conducta racional. Muestran un embotamiento moral y ético, una falta de simpatía hacia sus semejantes y una conducta destructiva para el bienestar y orden social.

Hay quienes se refieren a los psicópatas como seres sin consciencia.

La consciencia es un término demasiado complicado para definir, puede entenderse como un estado, en donde la vigilia, el sueño, el coma, e inclusive un estado meditativo o de estrés podrían considerarse estados de consciencia. También podríamos entenderla como un proceso psicológico, conciencia significa tener conocimiento de uno mismo y del medio; esta capacidad implica dos componentes: uno perceptual y otro motor. Mediante la percepción el sujeto extrae información del mundo externo a través de los órganos de los sentidos; el componente motor le permite prepararse para iniciar y ejecutar una acción. Sin embargo, el término conciencia usado en el sentido de tener conocimiento de uno mismo, implica una capacidad de reflexión y un sentimiento de identidad en el tiempo y en el espacio. La tradición budista habla de dos tipos de consciencia, una menor que se refiere al Yo y a la consciencia que tenemos de nuestra mente y nuestro cuerpo y este queda concentrado en las limitaciones del individuo, en la consciencia de la separación entre uno mismo y el resto del mundo. La consciencia mayor es tan grande como todo el universo que abarca a todos los seres y a toda la creación, este nivel de comprensión es el elemento esencial en la experiencia de la iluminación.

Skinner decía que la consciencia, al igual que el lenguaje, es un producto de la vida social, de ahí las claras diferencias que presentan los psicópatas o las personas que se criaron en ambientes salvajes. William James sostiene que todo pensamiento tiende a formar parte de una consciencia personal. En consecuencia no hay una “consciencia” individual e independiente de un propietario. Hay, únicamente, el proceso de pensamiento según lo percibe y lo experimenta un individuo. La consciencia connota y percibe una especie de relación externa; no es una clase especial de material o una manera de ser.

Este sentimiento de identidad en el tiempo, en el espacio y con otros seres, esta sensibilidad, es parte de la consciencia. Esta idea es consistente con los descubrimientos antropológicos que muestran que la consciencia del yo, del ego, del individuo, no puede aparecer sin las redes que construyen la otredad.

Hay varias teorías e hipótesis que de la misma forma sugieren que el acelerado desarrollo neurológico y cognitivo que nuestra especie presenta a lo largo de la evolución, filogenética y ontogenética, se debe a la vida cultural y social que presenta el ser humano. Michael Tomasello rechaza la idea de que el lenguaje haya surgido por una mutación, para él, en los humanos evolucionó biológicamente una nueva manera intencional de identificarse y de entenderse con miembros de la misma especie.

Roger Bartra plantea que la consciencia es una especie de exocerebro, que a través de los símbolos, el lenguaje y las neuronas espejo podemos entendernos con los otros, el surgimiento de este proceso implica, además, una situación en la cual el individuo está sometido a un sufrimiento ante las dificultades para sobrevivir en condiciones hostiles; por lo que las estrategias sociales y culturales evolucionaron como una manera de enfrentar el sufrimiento en individuos dotados con notables capacidades memorativas y predictivas.

Ser consciente no es un estado momentáneo en nuestra existencia. Ser consciente se refiere a nuestra manera de existir en el mundo. Está relacionado con la forma en la que conducimos nuestras vidas y, especialmente con los vínculos emocionales que establecemos con las personas en nuestro día a día. Ser dotado de consciencia es ser capaz de amar.

Ana Beatriz Barbosa Silva describe la consciencia como un sentido de responsabilidad y generosidad basado en vínculos emocionales, de suma nobleza, con otras criaturas (plantas, animales y seres humanos) incluso con la humanidad y el universo como un todo. Es una especie de entidad invisible, que posee vida propia y es independiente de nuestra razón. Es la voz secreta del alma que habita en nuestro interior y que nos orienta hacia el camino del bien.

Todas las personas portadoras de consciencia se emocionan al ser testigos o tener conocimiento de un acto altruista, ya sea simple o grandioso. Toda historia acerca de la consciencia se relaciona con la conectividad que existe entre todas las cosas del universo. Por eso, aun sin advertirlo, nos alegramos ante la naturaleza gentil de los actos de amor.

Al final de la historia de Batman de Arkham, Batman interfiere en los planes del Joker para drogar y enloquecer a toda la ciudad, provocando casi la muerte de este villano; sin embargo, Bruce, al darse cuenta que deseaba que el Joker muriera corre para salvarlo.

Durante la meditación, la consciencia plena nos ayuda a establecer un contacto directo con el momento presente, una especie de diálogo con uno mismo que generalmente pasamos desapercibido que de poder advertir podríamos lograr un metaentendimiento de nosotros mismos y de nuestros propios procesos mentales, Estoy en el aquí y el ahora, estoy respirando, estoy vivo, estoy pensando, estoy sintiendo felicidad/tristeza/ira. Podríamos entonces imaginar que el diálogo que crea la consciencia de una persona que se ha desarrollado en un ambiente en donde siempre hubo afecto y cuidado sea Estoy aquí, el mundo y las personas que lo habitan son buenas, amar es importante y me mantiene vivo; mientras que el de una persona que sufrió de maltrato y violencia, que haya sido convertida en psicópata sería  Estoy aquí, el mundo y las personas que lo habitan son peligrosas y pueden hacerme daño, si yo no los lastimo o los mato ellos me lo harán a mí.

Tal vez sea inexacto presentar la consciencia como una cualidad que algunos seres poseen, quizá debamos comenzar a contemplar la consciencia como una entidad presente en todo el universo, quizá debamos vernos a nosotros mismos como recipientes de consciencia. Tal vez tampoco debamos ver a los psicópatas como seres desprovistos de consciencia, sino como algo que los seres humanos podemos llegar a ser, quizá la representación de los psicópatas en los medios de comunicación como en la literatura, el cine o las series de televisión sirvan para conocer y aceptar esa parte de nuestra naturaleza, no para enaltecerlos y alabarlos y mucho menos imitarlos, sino para contemplar lo que puede ocurrirle a una consciencia individual e inmadura cuando se ve deformada por un contexto difícil, la paranoia y narcisismo que un trauma puede originar, y tener siempre presente que los seres humanos somos seres sociales, que la mente individual puede ser el reflejo del ambiente social y que por tanto el amor que brindamos, la voluntad que nos mantiene vivos y las emociones que emitimos dependen, al menos durante nuestros primeros años de vida, de las respuestas que los otros miembros de nuestra especie nos dan.




jueves, 9 de julio de 2015

MI ANIMA

Cada hombre lleva dentro de él la imagen eterna de una mujer, no la imagen de esta o aquella mujer en particular, sino una imagen femenina definitiva. Esta imagen es un sello o arquetipo de todas las experiencias ancestrales de la mujer un deposito, por decirlo, así de todas las impresiones que haya tenido una mujer… Como esta imagen es inconsciente, siempre es proyectada inconscientemente en la persona del ser amado y es una de las principales razones de la atracción o aversión apasionadas.
Carl G. Jung

Dicen por ahí que los psicólogos estamos locos, y considerando los experimentos que algunos hacían y las neurosis que otros padecían, de las cuales algunos lograron salir avante, creo que esta idea está completamente en lo cierto; tomando en cuenta además un aspecto de mi propia vida de la que hace no mucho tiempo tomé consciencia… hace más de siete años que no beso a una mujer estando sobrio.

La poca motivación y/o el déficit de habilidades sociales que presento y que me impiden establecer un vínculo afectivo firme y funcional con otra persona además de brindarme momentos de reflexión y una visión un tanto dolorosa de mis relaciones ha generado bastante curiosidad sobre mi propia persona, y he logrado identificar cuatro características que presentan las chicas de las cuales me he sentido enamorado.

1.    Me resultan atractivas.
2.    Existe una especie de afinidad intelectual.
3.    Ellas suelen dar el primer paso.
4.    En ocasiones, desde el primer contacto tengo algún tipo de intuición.

Sin embargo, no he besado ni me he vinculado con todas aquellas mujeres en las que encuentro estas cuatro características ni todas a las que he besado o con quienes me he vinculado las poseen. Y la misma presencia de estos factores influye en el agrado, interés y comodidad que experimento hacia ellas. Lo que me ha puesto a pensar sobre dos chicas especialmente.

La primera de ellas es la última chica a la que besé, la conocí en la fiesta de una amiga, me pareció una chica ordinaria, como cualquier otra, fuimos presentados y no volvimos a cruzar palabra hasta pasado un rato, después de que me aparté de la fiesta un momento para buscar un lugar más cómodo y sentarme cuando otra de mis amigas (sobre la cual escribiré más adelante) la llevó conmigo y me dijo “le gustas y quiere platicar contigo” después se fue dejándonos solos.

Esta chica comenzó a contarme sobre su trabajo y cómo había demostrado todo lo que sabía y podía hacer y cómo dejó callada a su superior que antes la había subestimado aunque en concreto no me habló de ningún proyecto que llevará a cabo o qué era lo que precisamente hacía en su trabajo. Todo iba bien hasta que intentó besarme, sugerirme que pasáramos la noche juntos y frotar su cuerpo contra el mío mientras preguntaba “¿te gusta? ¿te gusta?”.

Finalmente, por curiosidad, porque creía que manifestar su interés en mí lo merecía, para que me dejara tranquilo, la besé sin siquiera recordar qué nombre me habían dicho cuando me la presentaron y ciertamente ha sido el beso más desagradable que he tenido.

Como ya lo he mencionado me pareció una chica ordinaria, no me resultó atractiva, no tanto por su notable sobrepeso (este es un problema bastante común y serio, no por el sentido estético sino porque denota una falta de interés en el bienestar tanto físico como mental y social), sino por su actitud de querer sobresalir e imponerse ante alguien que quizá la hacía sentir poco valiosa, me di cuenta de esto ya que al final, cuando desistió de intentar besarme nuevamente, me dijo “Tu amiga (la chica que previamente la había llevado conmigo para hablar) no está tan bonita como todos dan a entender, tendrá buen cuerpo y estará delgada pero no es bonita… además mi objetivo era besarte y lo logré, era lo que quería”. Fue una de esas experiencias de las cuales me alegro que duren sólo unas horas y por no haber estado completamente, plenamente, consciente, ni lo suficientemente perdido como para que a la mañana siguiente me arrepintiera de mis actos.

La inferioridad, que es la base de los mecanismos compensadores, puede ser real o imaginaria. En cualquier forma que se manifieste este mecanismo, representa el resultado de los esfuerzos de la personalidad para alcanzar una autoestimación y un sentido de seguridad satisfactorios. Desgraciadamente, muy a menudo el mecanismo conduce hacia sobrecompensaciones que, aunque son satisfactorias para el individuo, son ficticias en lo que se refiere a los valores sociales.

En cambio, la experiencia que viví con la otra chica fue algo completamente distinto, es una chica increíblemente hermosa, dueña de una belleza que tristemente provocaba la envidia de otras mujeres; poseedora de una personalidad, una inteligencia y un carisma que enamorarían a cualquiera; durante un buen tiempo fue mi mejor amiga, salí con ella más tiempo y tuve experiencias más enriquecedoras que con ninguna otra mujer hacia la que hubiese tenido un interés romántico, inclusive estuvimos trabajando juntos en un proyecto. Irónicamente nunca nos besamos. Tuvo un efecto muy interesante en mí, y aunque siempre me sentí atraído hacia ella, tomando en cuenta los terribles fracasos que he vivido con las otras chicas por las que me he sentido enamorado traté de respetar nuestra amistad, sin embargo los sentimientos que durante tanto tiempo fueron reprimidos seguían acumulando su energía, la cercanía que llegué a desarrollar con ella provocó que me terminara enamorando aún más. Al final, la relación simplemente se tornó incómoda y terminó.

Creo que experiencias como estas pueden generar demasiado sufrimiento e insatisfacción, si nos apegamos a nuestros deseos; o pueden ser una fuente de sabiduría si permanecemos lo suficientemente atentos y permitimos que cómo surjan, desaparezcan.

De la primer anécdota que les cuento comprendí que no solo se trata de sexo, ni siquiera cuando decimos que “sólo será sexo”. Para tomar la decisión de intimar con otra persona se involucran elementos de los cuales quizá ni siquiera somos completamente conscientes, desde el deseo que sentimos por la otra persona, hasta si nos sentimos en confianza y lo suficientemente cómodos como para ver en la otra persona la posibilidad de brindarnos placer mutuamente e involucrarnos en un contexto en cual no nos atrevemos a relacionarnos con cualquiera, buscamos además validarnos y afirmarnos a partir de la aceptación de la otra persona. No es solamente un intercambio de fluidos carente de un sentido más profundo como el hedonismo nos quiere hacer creer, la capacidad de vincularnos sexualmente con el otro y la forma en la que lo hacemos revela aspectos importantes de nuestra personalidad.

Con la segunda chica comprendí mejor lo que nos decía el filósofo Jagger “you can´t always get what you want” la realidad puede ser muy dolorosa si nos apegamos a la ilusión de nuestros deseos, si la actitud que tengo hacia esta mujer fuese de reproche o queja, sólo generaría rencor, odio y tristeza hacía alguien que me ofreció su confianza y compañía y me dio increíbles momentos; pero si mi actitud es de gratitud por lo que me brindó es más fácil y útil preparar habitaciones especiales para los recuerdos que tengo con ella en el castillo de mi memoria.