¿Cuántas madres y padres de
familia se encontraran sufriendo por la "rebeldía" de sus hijos adolescentes?, ¿cuántos
adolescentes se sentirán incomprendidos por sus padres?, ¿cuántas familias
habrá en conflicto por la diferencia de valores y actitudes que existe entre
generaciones? Sin duda alguna son escenarios sumamente comunes, pero ¿a qué se
debe todo esto?
Para empezar debemos comprender
que una generación es un conjunto de individuos que han sido socializados de la
misma forma como resultado de la exposición común de los sucesos de un periodo
particular de la historia (Klecka, 1971), dicho de otra forma es el grupo de
personas que nacieron y crecieron durante casi el mismo periodo de tiempo; este
hecho implica que los miembros de una generación tendrán entre sí un cierto
sentido de identidad y que las reacciones a sucesos sociales e intelectuales
serán similares.
Y aunque las generaciones se
superponen, las personas podemos definir nuestra propia generación en términos
de una etapa en la vida “aquellos que fuimos adolescentes o estudiamos la preparatoria
o la universidad durante la primer década del 2000”, “aquellos que crecimos
durante el gobierno de determinado presidente”, etc.
Por otro lado, es muy frecuente
escuchar a modo de queja que “estas nuevas generaciones están realmente
pérdidas” por parte de los adultos o que “parece que a los viejos ya se les
olvidó que también fueron chavos” de parte de los jóvenes, sin embargo, la
verdadera razón del conflicto no se encuentra en que las nuevas generaciones
tienen cada vez un menor sentido de la moral o que las más antiguas ignoran por
completo su paso por la adolescencia, la verdadera razón del conflicto se
encuentra en la forma en la que cada generación interpreta a la otra. Por una
parte los adultos juzgan a los adolescentes a partir de la forma que han
experimentado la cultura o como la hayan hipotetizado al usar como punto de
referencia una cultura anterior, pero los criterios utilizados no son los del
adolescente, y el adulto se siente justificado al adoptar el papel de juez que
aprueba o desaprueba a alguien como bueno, malo o aceptable al usar sus propios
criterios.
Tanto adolescentes y adultos
debemos comprender que la cultura no es estática; cambia y evoluciona, y estos
cambios pueden ser inmensos de una generación a otra. Cuando los cambios son
lentos y se mantiene una cierta estabilidad le resulta más fácil a una generación
enfrentarse a la siguiente; pero cuando los cambios son repentinos, el vacío
entre ellas se agranda y la comunicación, si no se rompe por completo, se
vuelve cada vez más difícil. Posiblemente ya se habrán dado cuenta que inclusive
los miembros de las generaciones más modernas llegamos a tener problemas para
entender los cambios que van surgiendo en nuestra propia generación, sin
mencionar las diferencias intergeneracionales existentes.
Otra fuente de conflicto podría
ser el cumplimiento exitoso de las tareas del desarrollo, como la
autodefinición, los jóvenes al buscar su propia identidad llegan a hallarse en
contra de los mayores con la idea de afirmarse a sí mismos como individuos. Otro
punto importante para los conflictos intergeneracionales es la comunicación, la
generación más joven, preocupada por la individuación, el cambio y el
surgimiento, teme que la influencia de la generación media inhiba su
desarrollo, no importa si las intensiones de los adultos son las mejores, la
poca o nula comunicación no les permitirá verlas de esa forma.
Así como ya lo habíamos visto en
los artículos dedicados a la teoría del apego, las privaciones ambientales y
emocionales en el desarrollo, así como las deficiencias en la comunicación
dentro de la familia, pueden ser la causa del conflicto. En otras ocasiones
simplemente se debe a una falta de intereses comunes entre adolescentes y
adultos.
El ser humano, siendo un ser
social, tiene un comportamiento sumamente complejo y, a excepción de algunos
individuos, se interesará más por los miembros de su propia generación, se sentirá
más cómodo con ellos y más en consonancia con sus hábitos y actitudes.
Como se ha estado mencionando a
lo largo del artículo, las percepciones, que son más subjetivas que objetivas,
y que se basan en premisas erróneas sobre lo que piensa una generación de
ciertos tipos de conducta, son la principal causa de la brecha
intergeneracional. De la misma forma, las diferencias existentes en esta brecha
pueden ser la causa, al menos en parte, de fenómenos tan diversos como el
consumo de drogas, la inquietud universitaria y los movimientos en pro de los
derechos civiles.
Existen varias y muy diversas
opiniones sobre la adolescencia Lorenz considera que la rebelión juvenil es la
agitación de una guerra tribal en contra de la generación paterna, con lo cual
pone en peligro la cultura existente al exigir el rompimiento completo en sus
tradiciones; Hurlock considera a la juventud actual como irresponsable, hedonista,
inmoral, indisciplinada, carente de valores y sin propósitos; Venables cree que
la generación anterior constituye un tipo solemne de élite intelectual o
académica que desvalora a los menos capaces y no permite el regocijo y el
dislate; y Kunen considera al sistema como un “villano”, que ya sea por mala
intensión o debido a la ignorancia, la inercia, la incompetencia o
insensibilidad, no reconoce o hace ningún esfuerzo para satisfacer las
exigencias legitimas de la juventud.
Weiner cree que la cultura
juvenil es, en gran parte, un fenómeno superficial y que la mayoría de las y
los jóvenes son psicológicamente estables, se interesan por metas
significativas y constituyen una parte integral de sus familias y comunidades;
reconoce que en el concepto de la brecha intergeneracional a menudo se
generaliza el desafecto, la rebelión, la inmoralidad y el uso de drogas, y
aunque existan jóvenes que lleven a cabo este tipo de comportamientos estos
serán la excepción a la regla, y se les debe reconocer como individuos
desequilibrados psicológicamente, que necesitan atención clínica.
John E. Horrocks sostiene que
cuando la generación antigua reconoce y acepta los cambios culturales que
definen y crean los valores y actitudes de las nuevas generaciones, hay una
mejor posibilidades de establecer comunicación al menos en una dirección, ya
que la generación antigua tiene una base para “entender” a los jóvenes. Por
desgracia, la comunicación no es, ni siquiera entonces, de dos direcciones, ya que
la generación más joven está demasiado ocupada en entenderse a sí misma como
para interesarse o ser capaz de entablar un diálogo con sus mayores y llegar a
entenderlos. Y en realidad ¿por qué deberían hacerlo? Los jóvenes son el
presente y el futuro les pertenece… al menos hasta que ellos encuentren a su
vez a una nueva generación.