martes, 18 de marzo de 2014

EQUIS SOMOS CHAVOS: UNA EXPLICACIÓN DEL POR QUÉ DE LOS CONFLICTOS INTERGENERACIONALES


¿Cuántas madres y padres de familia se encontraran sufriendo por la "rebeldía" de sus hijos adolescentes?, ¿cuántos adolescentes se sentirán incomprendidos por sus padres?, ¿cuántas familias habrá en conflicto por la diferencia de valores y actitudes que existe entre generaciones? Sin duda alguna son escenarios sumamente comunes, pero ¿a qué se debe todo esto?

Para empezar debemos comprender que una generación es un conjunto de individuos que han sido socializados de la misma forma como resultado de la exposición común de los sucesos de un periodo particular de la historia (Klecka, 1971), dicho de otra forma es el grupo de personas que nacieron y crecieron durante casi el mismo periodo de tiempo; este hecho implica que los miembros de una generación tendrán entre sí un cierto sentido de identidad y que las reacciones a sucesos sociales e intelectuales serán similares.

Y aunque las generaciones se superponen, las personas podemos definir nuestra propia generación en términos de una etapa en la vida “aquellos que fuimos adolescentes o estudiamos la preparatoria o la universidad durante la primer década del 2000”, “aquellos que crecimos durante el gobierno de determinado presidente”, etc.

Por otro lado, es muy frecuente escuchar a modo de queja que “estas nuevas generaciones están realmente pérdidas” por parte de los adultos o que “parece que a los viejos ya se les olvidó que también fueron chavos” de parte de los jóvenes, sin embargo, la verdadera razón del conflicto no se encuentra en que las nuevas generaciones tienen cada vez un menor sentido de la moral o que las más antiguas ignoran por completo su paso por la adolescencia, la verdadera razón del conflicto se encuentra en la forma en la que cada generación interpreta a la otra. Por una parte los adultos juzgan a los adolescentes a partir de la forma que han experimentado la cultura o como la hayan hipotetizado al usar como punto de referencia una cultura anterior, pero los criterios utilizados no son los del adolescente, y el adulto se siente justificado al adoptar el papel de juez que aprueba o desaprueba a alguien como bueno, malo o aceptable al usar sus propios criterios.

Tanto adolescentes y adultos debemos comprender que la cultura no es estática; cambia y evoluciona, y estos cambios pueden ser inmensos de una generación a otra. Cuando los cambios son lentos y se mantiene una cierta estabilidad le resulta más fácil a una generación enfrentarse a la siguiente; pero cuando los cambios son repentinos, el vacío entre ellas se agranda y la comunicación, si no se rompe por completo, se vuelve cada vez más difícil. Posiblemente ya se habrán dado cuenta que inclusive los miembros de las generaciones más modernas llegamos a tener problemas para entender los cambios que van surgiendo en nuestra propia generación, sin mencionar las diferencias intergeneracionales existentes.

Otra fuente de conflicto podría ser el cumplimiento exitoso de las tareas del desarrollo, como la autodefinición, los jóvenes al buscar su propia identidad llegan a hallarse en contra de los mayores con la idea de afirmarse a sí mismos como individuos. Otro punto importante para los conflictos intergeneracionales es la comunicación, la generación más joven, preocupada por la individuación, el cambio y el surgimiento, teme que la influencia de la generación media inhiba su desarrollo, no importa si las intensiones de los adultos son las mejores, la poca o nula comunicación no les permitirá verlas de esa forma.

Así como ya lo habíamos visto en los artículos dedicados a la teoría del apego, las privaciones ambientales y emocionales en el desarrollo, así como las deficiencias en la comunicación dentro de la familia, pueden ser la causa del conflicto. En otras ocasiones simplemente se debe a una falta de intereses comunes entre adolescentes y adultos.

El ser humano, siendo un ser social, tiene un comportamiento sumamente complejo y, a excepción de algunos individuos, se interesará más por los miembros de su propia generación, se sentirá más cómodo con ellos y más en consonancia con sus hábitos y actitudes.

Como se ha estado mencionando a lo largo del artículo, las percepciones, que son más subjetivas que objetivas, y que se basan en premisas erróneas sobre lo que piensa una generación de ciertos tipos de conducta, son la principal causa de la brecha intergeneracional. De la misma forma, las diferencias existentes en esta brecha pueden ser la causa, al menos en parte, de fenómenos tan diversos como el consumo de drogas, la inquietud universitaria y los movimientos en pro de los derechos civiles.

Existen varias y muy diversas opiniones sobre la adolescencia Lorenz considera que la rebelión juvenil es la agitación de una guerra tribal en contra de la generación paterna, con lo cual pone en peligro la cultura existente al exigir el rompimiento completo en sus tradiciones; Hurlock considera a la juventud actual como irresponsable, hedonista, inmoral, indisciplinada, carente de valores y sin propósitos; Venables cree que la generación anterior constituye un tipo solemne de élite intelectual o académica que desvalora a los menos capaces y no permite el regocijo y el dislate; y Kunen considera al sistema como un “villano”, que ya sea por mala intensión o debido a la ignorancia, la inercia, la incompetencia o insensibilidad, no reconoce o hace ningún esfuerzo para satisfacer las exigencias legitimas de la juventud.

Weiner cree que la cultura juvenil es, en gran parte, un fenómeno superficial y que la mayoría de las y los jóvenes son psicológicamente estables, se interesan por metas significativas y constituyen una parte integral de sus familias y comunidades; reconoce que en el concepto de la brecha intergeneracional a menudo se generaliza el desafecto, la rebelión, la inmoralidad y el uso de drogas, y aunque existan jóvenes que lleven a cabo este tipo de comportamientos estos serán la excepción a la regla, y se les debe reconocer como individuos desequilibrados psicológicamente, que necesitan atención clínica.

John E. Horrocks sostiene que cuando la generación antigua reconoce y acepta los cambios culturales que definen y crean los valores y actitudes de las nuevas generaciones, hay una mejor posibilidades de establecer comunicación al menos en una dirección, ya que la generación antigua tiene una base para “entender” a los jóvenes. Por desgracia, la comunicación no es, ni siquiera entonces, de dos direcciones, ya que la generación más joven está demasiado ocupada en entenderse a sí misma como para interesarse o ser capaz de entablar un diálogo con sus mayores y llegar a entenderlos. Y en realidad ¿por qué deberían hacerlo? Los jóvenes son el presente y el futuro les pertenece… al menos hasta que ellos encuentren a su vez a una nueva generación.