jueves, 12 de febrero de 2015

EL AMOR COMO CUALIDAD

A pesar de que podemos considerar el amor como un sentimiento universal, presente prácticamente en cualquier cultura sobre la faz de la tierra, son innumerables las diferentes representaciones que podemos encontrar del amor, de la misma forma son varios los senderos que nos llevan a su comprensión.

Podemos tomar en cuenta a Platón, por ejemplo, quien considera al amor como “el esfuerzo por restaurar la unidad originaria de la naturaleza humana. De ahí que el amor recíproco sea innato en el hombre y que intente retornar a la antigua naturaleza y hacer de dos uno y curar así la debilidad humana… Y cuando al fin la parte amante… encuentra a su autentica otra mitad, entonces se sienten conmovidos ambos por una maravillosa amistad, confianza y amor y no quieren, para decirlo brevemente, separarse uno del otro ni un solo instante. Cada uno de ellos está poseído por el deseo de hacer de dos uno, unido y fundido con su amante”.

 También podríamos ver al enamoramiento como una reacción química, que en una primera instancia nuestra feniletilamina orquesta la secreción de diferentes sustancias como la dopamina o la norepinefrina lo que produce un efecto de euforia y la pérdida de este estado genera un gran desasosiego. Y en una segunda etapa se segregan endorfinas y encefalinas las cuales producen en las parejas estables sentimientos de seguridad, paz y calma. Y que ante la muerte o separación de uno de los amantes llegan las depresiones, angustias e incluso paranoia. Los síntomas no difieren mucho del síndrome de abstinencia en los casos de drogadicción.

Para comprenderlo desde el punto de vista psicológico podemos citar a Erich Fromm, autor de uno de los textos más leídos sobre el tema:

“El amor del hombre es una fuerza activa que atraviesan los muros que separan al hombre de sus semejantes y que le reúnen con los otros. El amor le hace posible superar el sentimiento de soledad y de separación, pero le permite también seguir fiel a sí mismo y conservar su integridad y su manera de ser. En el amor se realiza la paradoja de que dos se hagan uno y no obstante seguir siendo dos”
Y ya que resulta imposible separar la sexualidad del amor tomemos en cuenta la opinión del padre del psicoanálisis, para Freud la sexualidad en su forma sensual más tosca era el origen de los afectos psíquicos más sutiles, especialmente del amor, la ternura y la simpatía. Los sentimientos amorosos  fueron definidos incluso como una “sexualidad inhibida en su fin”; de acuerdo con la doctrina freudiana los sentimientos de simpatía procedían de una satisfacción sexual obstaculizada en su realización directa; la sublimación del placer sexual haría posible, mediante una misteriosa alquimia, crear el metal noble de la auténtica simpatía a partir de la innoble estofa de los deseos sexuales primitivos.

Podemos contemplar en estas posturas provenientes de tres diferentes campos del conocimiento que el amor guía a cada ser humano a la búsqueda de la unión con otro ser, sin embargo, la experiencia del enamoramiento suele ser diferente de persona en persona. Y de la misma forma existen diferentes tipos de amor, Erich Fromm mencionaba cuatro tipos de amor, dependiendo del objeto al cual iba dirigido este sentimiento, el amor erótico, el amor fraternal, el amor a sí mismo y el amor a Dios; el psicólogo estadounidense Robert Stemberg habló de siete diferentes vínculos los cuales dependían de la presencia o ausencia de estos tres elementos: Intimidad, el vínculo que hace que nos sintamos cercanos o en confianza con otras personas; Pasión, el deseo sexual o romántico hacia otra persona; y compromiso, el deber moral de mantenernos unidos a otra persona. 



Aunque exista una universalidad del sentimiento del amor y este tenga una base biológica debemos reconocer que la educación y la ilustración sexual ejercen un enorme influjo sobre la configuración posterior de la vida erótica. Por lo tanto, a pesar de que podamos contemplar al amor como un instinto, no son los instintos los que definen la personalidad, sino que es la personalidad la que determina la naturaleza y la forma de manifestarse del instinto.

Y así como la cultura y los estilos de crianza (sobre los cuales pueden leer aquíaquí y aquí) influyen en la manera en la que concebimos el amor también influyen en el desarrollo de nuestra personalidad. Por lo que en todos los fracasos  y perversiones sexuales se encuentra siempre el tipo solitario, aislado, angustiado y narcisista, que no encontró en la infancia el acceso al corazón de otros seres. El sentimiento social pobremente desarrollado impone a su vez formas deficitarias  de vida amorosa, porque la vinculación auténtica y responsable a un Tú es presentida como una amenaza para el Yo angustiado y hostil. Es por ello que las tendencias sexuales sólo pueden satisfacerse en el ámbito de las relaciones sociales: la sexualidad es un problema de convivencia específico. Y no se puede resolver en la medida que se sea capaz de ligarse a otra persona; donde falta esta capacidad de contacto y cooperación, el impulso sexual tropieza con un límite infranqueable al que tendrá que adaptarse y amoldarse.

El tema del amor es realmente vasto e interesante y me resulta un tanto complicado exponer todos sus aspectos en un solo artículo, en otra ocasión volveremos a tocar el tema; por el momento, sigamos desarrollando y tomando conciencia de esta cualidad.