jueves, 9 de julio de 2015

MI ANIMA

Cada hombre lleva dentro de él la imagen eterna de una mujer, no la imagen de esta o aquella mujer en particular, sino una imagen femenina definitiva. Esta imagen es un sello o arquetipo de todas las experiencias ancestrales de la mujer un deposito, por decirlo, así de todas las impresiones que haya tenido una mujer… Como esta imagen es inconsciente, siempre es proyectada inconscientemente en la persona del ser amado y es una de las principales razones de la atracción o aversión apasionadas.
Carl G. Jung

Dicen por ahí que los psicólogos estamos locos, y considerando los experimentos que algunos hacían y las neurosis que otros padecían, de las cuales algunos lograron salir avante, creo que esta idea está completamente en lo cierto; tomando en cuenta además un aspecto de mi propia vida de la que hace no mucho tiempo tomé consciencia… hace más de siete años que no beso a una mujer estando sobrio.

La poca motivación y/o el déficit de habilidades sociales que presento y que me impiden establecer un vínculo afectivo firme y funcional con otra persona además de brindarme momentos de reflexión y una visión un tanto dolorosa de mis relaciones ha generado bastante curiosidad sobre mi propia persona, y he logrado identificar cuatro características que presentan las chicas de las cuales me he sentido enamorado.

1.    Me resultan atractivas.
2.    Existe una especie de afinidad intelectual.
3.    Ellas suelen dar el primer paso.
4.    En ocasiones, desde el primer contacto tengo algún tipo de intuición.

Sin embargo, no he besado ni me he vinculado con todas aquellas mujeres en las que encuentro estas cuatro características ni todas a las que he besado o con quienes me he vinculado las poseen. Y la misma presencia de estos factores influye en el agrado, interés y comodidad que experimento hacia ellas. Lo que me ha puesto a pensar sobre dos chicas especialmente.

La primera de ellas es la última chica a la que besé, la conocí en la fiesta de una amiga, me pareció una chica ordinaria, como cualquier otra, fuimos presentados y no volvimos a cruzar palabra hasta pasado un rato, después de que me aparté de la fiesta un momento para buscar un lugar más cómodo y sentarme cuando otra de mis amigas (sobre la cual escribiré más adelante) la llevó conmigo y me dijo “le gustas y quiere platicar contigo” después se fue dejándonos solos.

Esta chica comenzó a contarme sobre su trabajo y cómo había demostrado todo lo que sabía y podía hacer y cómo dejó callada a su superior que antes la había subestimado aunque en concreto no me habló de ningún proyecto que llevará a cabo o qué era lo que precisamente hacía en su trabajo. Todo iba bien hasta que intentó besarme, sugerirme que pasáramos la noche juntos y frotar su cuerpo contra el mío mientras preguntaba “¿te gusta? ¿te gusta?”.

Finalmente, por curiosidad, porque creía que manifestar su interés en mí lo merecía, para que me dejara tranquilo, la besé sin siquiera recordar qué nombre me habían dicho cuando me la presentaron y ciertamente ha sido el beso más desagradable que he tenido.

Como ya lo he mencionado me pareció una chica ordinaria, no me resultó atractiva, no tanto por su notable sobrepeso (este es un problema bastante común y serio, no por el sentido estético sino porque denota una falta de interés en el bienestar tanto físico como mental y social), sino por su actitud de querer sobresalir e imponerse ante alguien que quizá la hacía sentir poco valiosa, me di cuenta de esto ya que al final, cuando desistió de intentar besarme nuevamente, me dijo “Tu amiga (la chica que previamente la había llevado conmigo para hablar) no está tan bonita como todos dan a entender, tendrá buen cuerpo y estará delgada pero no es bonita… además mi objetivo era besarte y lo logré, era lo que quería”. Fue una de esas experiencias de las cuales me alegro que duren sólo unas horas y por no haber estado completamente, plenamente, consciente, ni lo suficientemente perdido como para que a la mañana siguiente me arrepintiera de mis actos.

La inferioridad, que es la base de los mecanismos compensadores, puede ser real o imaginaria. En cualquier forma que se manifieste este mecanismo, representa el resultado de los esfuerzos de la personalidad para alcanzar una autoestimación y un sentido de seguridad satisfactorios. Desgraciadamente, muy a menudo el mecanismo conduce hacia sobrecompensaciones que, aunque son satisfactorias para el individuo, son ficticias en lo que se refiere a los valores sociales.

En cambio, la experiencia que viví con la otra chica fue algo completamente distinto, es una chica increíblemente hermosa, dueña de una belleza que tristemente provocaba la envidia de otras mujeres; poseedora de una personalidad, una inteligencia y un carisma que enamorarían a cualquiera; durante un buen tiempo fue mi mejor amiga, salí con ella más tiempo y tuve experiencias más enriquecedoras que con ninguna otra mujer hacia la que hubiese tenido un interés romántico, inclusive estuvimos trabajando juntos en un proyecto. Irónicamente nunca nos besamos. Tuvo un efecto muy interesante en mí, y aunque siempre me sentí atraído hacia ella, tomando en cuenta los terribles fracasos que he vivido con las otras chicas por las que me he sentido enamorado traté de respetar nuestra amistad, sin embargo los sentimientos que durante tanto tiempo fueron reprimidos seguían acumulando su energía, la cercanía que llegué a desarrollar con ella provocó que me terminara enamorando aún más. Al final, la relación simplemente se tornó incómoda y terminó.

Creo que experiencias como estas pueden generar demasiado sufrimiento e insatisfacción, si nos apegamos a nuestros deseos; o pueden ser una fuente de sabiduría si permanecemos lo suficientemente atentos y permitimos que cómo surjan, desaparezcan.

De la primer anécdota que les cuento comprendí que no solo se trata de sexo, ni siquiera cuando decimos que “sólo será sexo”. Para tomar la decisión de intimar con otra persona se involucran elementos de los cuales quizá ni siquiera somos completamente conscientes, desde el deseo que sentimos por la otra persona, hasta si nos sentimos en confianza y lo suficientemente cómodos como para ver en la otra persona la posibilidad de brindarnos placer mutuamente e involucrarnos en un contexto en cual no nos atrevemos a relacionarnos con cualquiera, buscamos además validarnos y afirmarnos a partir de la aceptación de la otra persona. No es solamente un intercambio de fluidos carente de un sentido más profundo como el hedonismo nos quiere hacer creer, la capacidad de vincularnos sexualmente con el otro y la forma en la que lo hacemos revela aspectos importantes de nuestra personalidad.

Con la segunda chica comprendí mejor lo que nos decía el filósofo Jagger “you can´t always get what you want” la realidad puede ser muy dolorosa si nos apegamos a la ilusión de nuestros deseos, si la actitud que tengo hacia esta mujer fuese de reproche o queja, sólo generaría rencor, odio y tristeza hacía alguien que me ofreció su confianza y compañía y me dio increíbles momentos; pero si mi actitud es de gratitud por lo que me brindó es más fácil y útil preparar habitaciones especiales para los recuerdos que tengo con ella en el castillo de mi memoria.