Las
personas que padecen un trastorno de ansiedad suelen manifestar los síntomas a
través de tres canales diferentes, el subjetivo o autorreferente, la excitación
fisiológica y la conducta somática-motora, las respuestas que se emiten desde estos
canales pueden ser de utilidad para comprender y medir dicho trastorno; sin
embargo, estos individuos, debido a la incomodidad de la experiencia que ofrece
la ansiedad en sí, tratarán de evitar a toda costa vincularse con la
experiencia.
Uno
de los primeros objetivos que suelen plantearse en distintos procesos
terapéuticos, el cual tampoco es la excepción para las intervenciones basadas
en mindfulness, es vincular a los pacientes con el problema o conflicto que los
lleva a consulta, reconocer el contexto en el que se presenta, el estimulo que
lo detona, las conductas que representan el problema y los pensamientos y sensaciones
que provocan el sufrimiento. En situaciones ordinarias las personas que padecen
ansiedad no considerarían en lo más mínimo vivirla, buscarían cualquier medio
para disminuir esta sensación, a pesar de que las mismas conductas evitativas a
las que suelen recurrir para reducir sus síntomas han terminado por prolongar y
exacerbar el sentimiento de angustia. Con el entrenamiento en atención plena las
personas desarrollan un estado de ecuanimidad y cultivan actitudes de curiosidad
y aceptación las cuales resultan de suma utilidad para abordar de manera distinta
la experiencia y aproximarse a la sensación de ansiedad, reconociendo las
emociones y las ideas que hacen de esta experiencia un conflicto.
Greeson
y Brandley (2009) explican de manera precisa el impacto que tiene el
entrenamiento en mindfulness sobre los trastornos de ansiedad:
La
práctica del mindfulness en los trastornos de ansiedad funciona de la siguiente
manera: cuando prestamos atención consciente a nuestra propia experiencia
directa de ansiedad, en contraposición a identificarse con lo que uno piensa de la ansiedad, obtenemos una
comprensión y una introspección muchísimo mejores de la experiencia de ansiedad
y de nosotros mismos en relación con nuestro propio mundo. Dicha comprensión e
introspección pueden proporcionar una base de respuestas más diestras frente al
miedo, la ansiedad y el pánico, como ecuanimidad en lugar de reactividad y
autorregulación sabia en lugar de aversión. En virtud de la flexibilidad
psicológica y conductual que el mindfulness puede permitirse en el momento presente, podríamos ser capaces
de elegir conscientemente acciones efectivas para cubrir las necesidades en
materia de seguridad y tranquilidad… La práctica del mindfulness puede tener un
impacto positivo en comportamientos relacionados con la salud por sus efectos
en la autorregulación cognitiva, afectiva y fisiológica. En especial, la
práctica del mindfulness parece aumentar la flexibilidad conductual en
condiciones previamente asociadas con la rigidez inadaptada, como la evitación
relacionada con el miedo de las actividades cotidianas. Al despertarnos a las
posibilidades a nuestro alcance en el
momento presente, a menudo se nos otorgan poderes para elegir una
respuesta sabia ante una experiencia interior o un evento exterior perturbador,
en lugar de que esa experiencia o ese evento dicten cómo debemos responder.
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