martes, 24 de marzo de 2015

¿QUÉ ES EL NARCISISMO?

Freud describe el término narcisismo, retomando a P. Nácke, como aquella conducta por la cual un individuo da a su cuerpo propio un trato parecido al que daría al cuerpo de un objeto sexual; vale decir, lo mira con complacencia sexual, lo acaricia, lo mima, hasta que gracias a estos manejos alcanza la satisfacción plena. En este cuadro, cabalmente desarrollado, el narcisismo cobra el significado de una perversión que ha absorbido toda la vida sexual de la persona.

Poseemos una cantidad fija de energía que puede ser usada tomando como objeto a uno mismo o a los demás. El poder de esta energía que se vuelca a uno mismo es reconocido por el principio “ama a los demás como a ti mismo”. Todos somos en diversos grados narcisistas y este narcisismo aumenta cuando nos sentimos amenazados en nuestros valores vitales y en nuestras posesiones. En las etapas críticas del ciclo vital – la adolescencia, el climaterio y el inicio de la senectud – hay una tendencia hacia el incremento del narcisismo.

Sin embargo, hay un tipo de narcisismo que se presenta en todas las personas de la misma forma, me refiero al narcisismo primario. Erich Fromm explica que la única realidad de la que puede tener experiencia el infante es su propio cuerpo y sus necesidades, necesidades fisiológicas y necesidades de calor y afecto. El mundo exterior sólo existe como el alimento y el calor necesarios para la satisfacción de sus propias necesidades pero no como algo o alguien realista y objetivamente reconocido. En el desarrollo normal, esta forma de narcisismo es superada lentamente por una consciencia creciente de la realidad exterior y por el correspondiente sentimiento, cada vez más acentuado, del “yo” como diferente del “tú”. Este cambio ocurre primero en el plano de la percepción sensorial, cuando las personas y las cosas son percibidas como entidades diferentes y específicas, percepción que es la base de la posibilidad del lenguaje: nombrar las cosas presupone reconocerlas como entidades individuales e independientes. Se necesita mucho más tiempo para que la fase narcisista sea superada emocionalmente, hasta la edad de siete u ocho años para el infante las otras personas existen sobre todo como medios para satisfacer sus necesidades. Son intercambiables en la medida en que desempeñan la función de satisfacer esas necesidades, y es sólo hasta los ocho o nueve años que las otras personas son percibidas de tal suerte, que el niño puede empezar a amar, es decir, a sentir que  las necesidades de otra persona son tan importantes como las suyas propias.

El narcisismo primario es un fenómeno normal, conforme con el desarrollo normal, fisiológico y mental, del niño. Pero también existe narcisismo en etapas posteriores de la vida (narcisismo secundario), si el niño en crecimiento no desarrolla la capacidad de amar, o si la pierde. El narcisismo es la esencia de todas las enfermedades psíquicas graves. Para las personas narcisistamente afectadas, no hay más que una realidad, la de sus propios sentimientos pensamientos y necesidades. El mundo exterior no es percibido como objetivamente existente, es decir, como existente en sus propias condiciones, circunstancias y necesidades. La forma más extremada de narcisismo se encuentra en todas las formas de locura. La persona perturbada ha perdido el contacto con el mundo, se ha recogido dentro de sí misma, no puede percibir la realidad física ni humana tal como es, sino únicamente tal como la forman y  determinan sus propios procesos interiores. No reacciona al mundo exterior, y si reacciona no lo hace de acuerdo con su realidad (del mundo), sino de acuerdo con sus propios procesos intelectuales y afectivos. El narcisismo es el polo opuesto de la objetividad, la razón y el amor.

El narcisismo es una tendencia humana a eliminar selectivamente de nuestras percepciones aquello que es contrario a nuestros deseos e intereses, así como a sobrevalorar lo que es nuestro: nuestras capacidades, ideas y posiciones. Esta sobrevaloración de lo propio conduce a una impercepción de los deseos e intereses de los demás. Es claro que esta disposición de carácter interfiere en cualquier relación humana, pero sus consecuencias son particularmente ostensibles en la relación del terapeuta con el paciente.

Freud señalaba que los pacientes parafrénicos muestran dos rasgos fundamentales de carácter: el delirio de grandeza y el extrañamiento de su interés respecto del mundo exterior (personas y cosas). Esta última alteración los hace inmunes al psicoanálisis, los vuelve incurables sus empeños. Ahora bien, el extrañamiento del parafrénico respecto del mundo exterior reclama una caracterización más precisa. También el histérico y el neurótico obsesivo han resignado (hasta donde los afecta su enfermedad) el vínculo con la realidad. Pero el análisis muestra que aunque en modo alguno han cancelado el vínculo erótico con personas y cosas, aún lo conservan en la fantasía; vale decir: han sustituido los objetos reales por objetos imaginarios de su recuerdo o los han mezclado con estos, por un lado; y por el otro, han renunciado a emprender las acciones motrices que les permitirían conseguir sus fines en esos objetos. A este estado de la libido debería aplicarse con exclusividad la expresión que Jung usa indiscriminadamente: introversión de la libido. Un fuerte egoísmo preserva de enfermar, pero al final uno tiene que empezar a amar para no caer enfermo, y por fuerza enfermará si a consecuencia de una frustración no puede amar.

La fantasía juega un papel importante en el proceso mediante el cual se alcanza la madurez. Ramón de la Fuente distinguía entre dos clases de fantasías: las narcisistas, que consisten en la anticipación de lo que es deseado, y las creativas, las cuales radican en la anticipación de lo que es posible. Esta distinción es importante ya que en un caso se anticipa y se pone a prueba la acción y en el otro se prescinde de la acción, sustituyendo la realidad por imaginación.

Vale la pena retomar la relación que Freud hace entre el “yo ideal” y el narcisismo. Ya que sobre este yo ideal recae ahora el amor de sí mismo de que en la infancia gozó el yo real. El narcisismo aparece desplazado a este nuevo yo ideal que, como el infantil, se encuentra en posesión de todas las perfecciones valiosas. Aquí, como siempre ocurre en el ámbito de la libido, el hombre se ha mostrado incapaz de renunciar a la satisfacción de que gozó una vez. No quiere privarse de la perfección narcisista de su infancia, y si no pudo mantenerla por estorbárselo las admoniciones que recibió en la época de su desarrollo y por el despertar de su juicio propio, procura recobrarla en la nueva forma del ideal del yo. Lo que él proyecta frente a sí como su ideal es el sustituto del narcisismo perdido de su infancia, en la que él fue su propio ideal.

Jesse Gault propone seis razones por las cuales los casos de trastornos de la personalidad están aumentando, particularmente el trastorno narcisista:

1.    Inestabilidad en la primera infancia.
2.    Disminución del tejido social.
3.    Pérdida de modelos de conducta.
4.    El individualismo como valor máximo de la sociedad.
5.    El egoísmo que se considera sano y un valor primordial (la persona como centro del mundo).
6.    Mayor apertura a la queja como estilo de comunicación. Una generación de quejosos que han perdido la idea de esforzarse y que creen merecerlo todo.

El hecho de que el fracaso total en el intento de relacionarse uno con el mundo sea la locura pone en relieve otro hecho: que la condición para cualquier otro tipo de vida equilibrada es alguna forma de relación con el mundo. Pero entre la diversas formas de relación, sólo la productiva, el amor, llena la condición de permitir a uno conservar su libertad e integridad mientras se siente, al mismo tiempo unido con el prójimo.

La superación del narcisismo y su reemplazo por el realismo, el altruismo, el amor y la solidaridad, indicadores de la madurez, son procesos graduales. Aunque hay que reconocer que las diferencias individuales son notables, en las personas más sanas ocurre con el tiempo una disminución de la importancia de las inclinaciones personales y un aumento de los sentimientos en los que se toma en cuenta a los demás. A una persona madura le resulta intolerable buscar la felicidad a expensas de otros.

La incapacidad para ver y sentir fuera de uno mismo hace prácticamente imposible la adaptación en el mundo real, la terapia individual puede disminuir los síntomas del trastorno narcisista y la empatía con el terapeuta puede ayudar a que se forme un equipo que trabaje para concientizar los problemas y buscar posible soluciones.