lunes, 17 de agosto de 2015

LA PSICOLOGÍA DEL BUDISMO 1: LA CONCEPCIÓN DEL DOLOR

Se dice que el historiador Arnold Toynbee señaló que la expansión de la tradición budista a occidente se convertiría, con el paso del tiempo, en el evento histórico más importante del siglo XX, antes de él Carl Jung sostenía que aunque el budismo tenía métodos sumamente efectivos para que el ser humano alcanzara la individuación o el desarrollo psíquico interior consideraba sumamente difícil que la mente occidental pudiese adoptar esta filosofía.

Actualmente distintas corrientes psicoterapéuticas, como la gestalt o algunos enfoques pertenecientes a las terapias conductuales de tercera generación como el mindfulness, han ido incorporando las enseñanzas del Buda a la práctica clínica, ¿cuáles son los aspectos de esta tradición que ha llamado la atención de distintos pensadores y ha hecho que poco a poco vaya entrando al colectivo occidental?

La tradición búdica en Asia reconfigura la ley de la interdependencia por medio de una cualidad que el maestro Thich Nhat Hanh llama la “semilla de la atención vigilante” que poseen todos los seres humanos como un elemento constitutivo de su naturaleza; también se denomina naturaleza búdica: buddhata. Se puede concebir como la morada de la divinidad que el ser humano tiene en su corazón, independientemente de la vida que lleve y de las cosas que haya hecho en el transcurrir de su existencia. Más específicamente, la budeidad interna podría equipararse al dogma cristiano de la presencia del Espíritu Santo en los corazones, energía que se manifiesta como una semilla de atención iluminada. Esto último aparece como un elemento que permite generar conciencia de las causas de las experiencias y de los efectos de las acciones.

Thich Nhat Hanh plantea que la ausencia de la atención, ya sea concebida como una cualidad humana o divina, propicia inconsciencia. Las emociones, las reacciones involuntarias, los deseos y las aversiones explican el comportamiento ordinario. El budismo sostiene que dado ese estado donde las pulsaciones inconscientes dominan los mecanismos que generan pensamientos palabras y acciones constantemente está uno en estado de descontento, nerviosismo e incomodidad a lo que se le nombra dukkha. Cabe aclarar aquí que dukkha es un estado existencial que genera dos fenómenos: el desacuerdo que se da entre la mente y la realidad; y la raíz de tal oposición, el desencuentro entre la consciencia y el cuerpo. La separación consciencia-cuerpo no es más que una particularidad de la descoordinación mente-realidad. Al tener una perspectiva fragmentada de la realidad, se anula la capacidad de ver, sentir y conceptuar las cosas y los fenómenos como son. Prevalece una confusión crónica que genera estados desagradables o insatisfactorios.

Por todas partes hallamos el dolor; nadie escapa de su opresión, lo que hace al dolor ineluctable es la evolución, el devenir perpetuo en que van arrastradas todas las cosas, porque si la suerte ofrece a algunos horas de alegría, éstas son forzosamente fugitivas, conducen a una separación tanto más dolorosa cuanto mayor fue la dicha efímera que dispensaron. Todos los seres se hallan devorados por el fuego del deseo. Se esclavizan a los objetos que desean, se atormentan con esperanzas y por lograrlas abandonan su condición presente. Sosegar el deseo, suprimir toda subordinación a esta o aquella realidad, es tanto como detener el devenir y libertarnos de todos nuestros males.

De acuerdo a la tradición budista, no existe una idea de alma como tal, sin embargo, ¿de dónde nace esta ilusión? Sucede que, a pesar de todo, en nosotros se forma continuamente una especie de personalidad, de alma. Esas ideas innumerables, esos estados de conciencia son independientes uno del otro, desde luego. Sin embargo, evolucionan en nosotros, uno al lado del otro durante unos instantes, unos días, a veces durante años,  cuando se tratan de impresiones fundamentales que reaparecen siempre. Se acostumbran uno al otro; se adhieren, se adaptan uno al otro, como se adhieren y se adaptan uno al otro los individuos que viven en un mismo grupo social. En otros términos: esta evolución, esta adherencia, este deseo, que son la causa de todos los dolores, no los hallamos solamente en las vidas individuales: provocan en nuestro fondo íntimo nuestros estados de conciencia, entregándonos así por completo al sufrimiento.

Por esta misma razón, el Buda aconseja no aceptar ninguna enseñanza como cierta sólo porque proviene de alguna costumbre, o porque la dice una autoridad, o porque está escrita en algún texto, o incluso porque constituye un razonamiento bien armado y con impecable lógica. Sólo podemos aceptar como ciertas aquellas enseñanzas que al ponerlas en práctica tienen los resultados esperados: cada argumento e hipótesis tienen que pasar la prueba de la experiencia para convertirse en una enseñanza cierta. Para comprender esto, hay que partir de que la mente suele vivir en un mundo de engaños y falsas percepciones, producto de herencias culturales, idiomáticas y hasta religiosas. Por eso es necesario asumir que somos capaces de aprender cosas nuevas, y que es factible que las nuevas experiencias nos hagan cambiar de opinión.

Así, necesitamos definir, ya sea por medio del intelecto y de la experimentación, cuál es la verdadera naturaleza de las cosas, de uno mismo y de los demás a fin de superar complejos, miedos y creencias ideologizadas. En consecuencia, las enseñanzas del budismo se encuentran fuera de los dogmas y de las reglas que imponen una institución central, autoridad o escritura. La estructura teórica y práctica se encuentra en los resultados dados por la experimentación de las instrucciones comúnmente llamados preceptos (shila) o entrenamientos. Éstos hacen posible la estabilización y concentración mental (samadhi) que a su vez permiten un proceso de análisis e investigación (vipassana) que da como resultado comprender la naturaleza primigenia y última de las cosas y los fenómenos (prajña). Por tanto, el método de conocimiento del budismo es muy diferente al método de los principios nacidos por dogma, fe o por los principios de las tradiciones dogmáticas y fundamentalistas.


lunes, 3 de agosto de 2015

¿POR QUÉ ALGUNOS HOMBRES MATAN?

¿Por qué algunos hombres matan?
Los seres humanos tienen un temor natural contra el asesinato. Si se le da a un hombre normal un cuchillo y se le pide que le corte el cuello a un semejante, sin duda se negara. Pues no puede hacerlo. Es algo básico en el hombre, algo que lleva en la sangre y que es parte y motivo de ser humano. Los militares lo comprenden bien, desensibilizan a los reclutas, alteran sus espíritus  para que puedan obedecer órdenes sin vacilar…
Pero existen hombres que matan por placer ¿Qué línea cruzan estos hombres que los transforma de seres humanos en asesinos? ¿Qué los autoriza para matar, no sólo una vez, o dos, sino muchas veces?
He dedicado mi vida a resolver esta pregunta. 
Bruce Wayne, en Batman de Arkham.

Batman de Arkham es una historia ambientada en el año de 1900 en el que Bruce Wayne, además de enfrentar en las calles a los psicópatas de Ciudad Gótica y recluirlos en el Asilo Arkham, es un psicólogo en el mismo asilo que se encarga de su tratamiento y de reintegrarlos a la sociedad; empieza esta historia con esta pregunta ¿Por qué algunos hombres matan? ¿Qué lleva a un psicópata a convertirse en lo que es?

Hace tiempo leí una teoría que presentaba a los psicópatas como una subespecie del homo sapiens; y que los individuos que formaban parte de esta subespecie tenían la función de aniquilar individuos de otros grupos u otras especies de humanos como lo fueron los neandertales, esta misión sería particularmente más sencilla para estos individuos debido a la frialdad que los caracteriza; y que en tiempos actuales personas con características similares desempeñan labores con un alto valor social como en el caso de CEO´s o neurocirujanos. Aunque esta hipótesis me resultó sumamente interesante, la encontré poco válida por dos razones, la primera, no todos nacen psicópatas, aunque la psicopatía presenta una disfunción con una base neurobiológica que muestra una menor densidad en la corteza prefrontal, área relacionada con el autocontrol y la toma de decisiones en los campos personales y sociales, suele ser necesario que el individuo que presenta psicopatía se haya visto envuelto en situaciones adversas, de violencia o carencia en sus primeros años de vida, es por ello que algunas personas que nacen con "cerebro de psicópata" pero que fueron criadas con afecto y cuidado no desarrollan un comportamiento antisocial. Y finalmente, porque los seres humanos evolucionamos y perseveramos como especie principalmente por nuestra capacidad de cooperación más que por el interés en los atributos y bienes personales.

El término psicópata se refiere a los individuos que son antisociales en forma crónica y no son capaces de formar vínculos importantes o tener lealtad hacia otras personas, grupos o códigos de vida. Son por lo tanto personas insensibles, que se dan a los placeres inmediatos, parecen carecer de un sentido de responsabilidad y, a pesar de cualquier castigo o intento de corrección, no aprenden a modificar su conducta. Carecen de juicio social, y sin embargo a menudo son capaces de elaborar racionalizaciones verbales que suelen convencerlos de que sus acciones son razonables y justificadas.

Lo típico es que estos individuos se caracterizan por inmadurez emocional, que se refleja en su respuesta impulsiva e instantánea que presentan ante sus sentimientos. Su personalidad parece estar dominada por impulsos coercitivos primitivos, al grado de excluir su conducta racional. Muestran un embotamiento moral y ético, una falta de simpatía hacia sus semejantes y una conducta destructiva para el bienestar y orden social.

Hay quienes se refieren a los psicópatas como seres sin consciencia.

La consciencia es un término demasiado complicado para definir, puede entenderse como un estado, en donde la vigilia, el sueño, el coma, e inclusive un estado meditativo o de estrés podrían considerarse estados de consciencia. También podríamos entenderla como un proceso psicológico, conciencia significa tener conocimiento de uno mismo y del medio; esta capacidad implica dos componentes: uno perceptual y otro motor. Mediante la percepción el sujeto extrae información del mundo externo a través de los órganos de los sentidos; el componente motor le permite prepararse para iniciar y ejecutar una acción. Sin embargo, el término conciencia usado en el sentido de tener conocimiento de uno mismo, implica una capacidad de reflexión y un sentimiento de identidad en el tiempo y en el espacio. La tradición budista habla de dos tipos de consciencia, una menor que se refiere al Yo y a la consciencia que tenemos de nuestra mente y nuestro cuerpo y este queda concentrado en las limitaciones del individuo, en la consciencia de la separación entre uno mismo y el resto del mundo. La consciencia mayor es tan grande como todo el universo que abarca a todos los seres y a toda la creación, este nivel de comprensión es el elemento esencial en la experiencia de la iluminación.

Skinner decía que la consciencia, al igual que el lenguaje, es un producto de la vida social, de ahí las claras diferencias que presentan los psicópatas o las personas que se criaron en ambientes salvajes. William James sostiene que todo pensamiento tiende a formar parte de una consciencia personal. En consecuencia no hay una “consciencia” individual e independiente de un propietario. Hay, únicamente, el proceso de pensamiento según lo percibe y lo experimenta un individuo. La consciencia connota y percibe una especie de relación externa; no es una clase especial de material o una manera de ser.

Este sentimiento de identidad en el tiempo, en el espacio y con otros seres, esta sensibilidad, es parte de la consciencia. Esta idea es consistente con los descubrimientos antropológicos que muestran que la consciencia del yo, del ego, del individuo, no puede aparecer sin las redes que construyen la otredad.

Hay varias teorías e hipótesis que de la misma forma sugieren que el acelerado desarrollo neurológico y cognitivo que nuestra especie presenta a lo largo de la evolución, filogenética y ontogenética, se debe a la vida cultural y social que presenta el ser humano. Michael Tomasello rechaza la idea de que el lenguaje haya surgido por una mutación, para él, en los humanos evolucionó biológicamente una nueva manera intencional de identificarse y de entenderse con miembros de la misma especie.

Roger Bartra plantea que la consciencia es una especie de exocerebro, que a través de los símbolos, el lenguaje y las neuronas espejo podemos entendernos con los otros, el surgimiento de este proceso implica, además, una situación en la cual el individuo está sometido a un sufrimiento ante las dificultades para sobrevivir en condiciones hostiles; por lo que las estrategias sociales y culturales evolucionaron como una manera de enfrentar el sufrimiento en individuos dotados con notables capacidades memorativas y predictivas.

Ser consciente no es un estado momentáneo en nuestra existencia. Ser consciente se refiere a nuestra manera de existir en el mundo. Está relacionado con la forma en la que conducimos nuestras vidas y, especialmente con los vínculos emocionales que establecemos con las personas en nuestro día a día. Ser dotado de consciencia es ser capaz de amar.

Ana Beatriz Barbosa Silva describe la consciencia como un sentido de responsabilidad y generosidad basado en vínculos emocionales, de suma nobleza, con otras criaturas (plantas, animales y seres humanos) incluso con la humanidad y el universo como un todo. Es una especie de entidad invisible, que posee vida propia y es independiente de nuestra razón. Es la voz secreta del alma que habita en nuestro interior y que nos orienta hacia el camino del bien.

Todas las personas portadoras de consciencia se emocionan al ser testigos o tener conocimiento de un acto altruista, ya sea simple o grandioso. Toda historia acerca de la consciencia se relaciona con la conectividad que existe entre todas las cosas del universo. Por eso, aun sin advertirlo, nos alegramos ante la naturaleza gentil de los actos de amor.

Al final de la historia de Batman de Arkham, Batman interfiere en los planes del Joker para drogar y enloquecer a toda la ciudad, provocando casi la muerte de este villano; sin embargo, Bruce, al darse cuenta que deseaba que el Joker muriera corre para salvarlo.

Durante la meditación, la consciencia plena nos ayuda a establecer un contacto directo con el momento presente, una especie de diálogo con uno mismo que generalmente pasamos desapercibido que de poder advertir podríamos lograr un metaentendimiento de nosotros mismos y de nuestros propios procesos mentales, Estoy en el aquí y el ahora, estoy respirando, estoy vivo, estoy pensando, estoy sintiendo felicidad/tristeza/ira. Podríamos entonces imaginar que el diálogo que crea la consciencia de una persona que se ha desarrollado en un ambiente en donde siempre hubo afecto y cuidado sea Estoy aquí, el mundo y las personas que lo habitan son buenas, amar es importante y me mantiene vivo; mientras que el de una persona que sufrió de maltrato y violencia, que haya sido convertida en psicópata sería  Estoy aquí, el mundo y las personas que lo habitan son peligrosas y pueden hacerme daño, si yo no los lastimo o los mato ellos me lo harán a mí.

Tal vez sea inexacto presentar la consciencia como una cualidad que algunos seres poseen, quizá debamos comenzar a contemplar la consciencia como una entidad presente en todo el universo, quizá debamos vernos a nosotros mismos como recipientes de consciencia. Tal vez tampoco debamos ver a los psicópatas como seres desprovistos de consciencia, sino como algo que los seres humanos podemos llegar a ser, quizá la representación de los psicópatas en los medios de comunicación como en la literatura, el cine o las series de televisión sirvan para conocer y aceptar esa parte de nuestra naturaleza, no para enaltecerlos y alabarlos y mucho menos imitarlos, sino para contemplar lo que puede ocurrirle a una consciencia individual e inmadura cuando se ve deformada por un contexto difícil, la paranoia y narcisismo que un trauma puede originar, y tener siempre presente que los seres humanos somos seres sociales, que la mente individual puede ser el reflejo del ambiente social y que por tanto el amor que brindamos, la voluntad que nos mantiene vivos y las emociones que emitimos dependen, al menos durante nuestros primeros años de vida, de las respuestas que los otros miembros de nuestra especie nos dan.