viernes, 1 de agosto de 2014

LA NEUROCIENCIA DETRÁS DE LA MEDITACIÓN


Durante casi 50 años, la comunidad científica ha mostrado interés por lo que ocurre con las personas con la práctica de la meditación desde los efectos clínicos hasta la fenomenología y la neurobiología.

El principal interés que tiene la ciencia sobre la meditación es conocer y entender a detalle los sistemas neuronales que se utilizan para alcanzar los estados de meditación y también para determinar los efectos que la práctica regular tiene en la función y estructura cerebral. Sin embargo, el principal desafío al que se enfrenta la investigación es la misma complejidad de los estados de meditación. Generalmente, cuando se estudia el cerebro se recurre a tareas sencillas, repetitivas y fáciles de monitorear, como por ejemplo, el tiempo de reacción ante un estímulo o las zonas del cerebro que activan determinada emoción y tal actividad; en cambio, con la meditación encontramos que puede ser muy compleja y variable de un momento a otro. En un momento una persona puede estar totalmente concentrada en su respiración y de repente evocar algún recuerdo, puede ser consciente de la distracción y regresar al foco de atención que es la respiración y de nuevo evocar otro recuerdo que despierte alguna emoción, ya sea agradable o desagradable.

Hasta el momento, gracias al avance y el desarrollo de las nuevas tecnologías que nos permiten conocer y visualizar el funcionamiento del cerebro hemos hecho de nuestro conocimiento que al meditar ocurre una activación de la corteza prefrontal dorsolateral, esta zona está asociada con las funciones ejecutivas, la toma de decisiones y la atención.

Otras investigaciones han encontrado que la meditación lleva a una mayor activación de la corteza cingulada, en particular en la subdivisión anterior. Se sabe que la subdivisión anterior de la corteza cingulada desempeña un papel fundamental en la integración de la atención, la motivación y el control motor. También se ha demostrado que al subdividir esta misma zona en un área dorsal y una superior, la primera se activa más con tareas cognitivas mientras que la superior con tareas que presentan una carga emotiva.

Otros hallazgos han demostrado que la corteza insular o ínsula también se activa con la meditación. La ínsula se asocia con la interocepción, o suma de sentimientos viscerales e instintivos que se experimentan en un momento dado, y también se ha implicado como la principal región de cerebro implicada en el procesamiento de sensaciones físicas pasajeras. La mayor activación de esta zona durante la meditación podría reflejarla cuidadosa atención que el practicante de la meditación presta por el aumento y descenso de las sensaciones internas. La ínsula también está asociada con diferentes trastornos, como la esquizofrenia y la depresión.

Electroencefalografías revelan que pacientes que sufren de ansiedad y depresión muestran una mayor actividad en el hemisferio derecho cuando descansan tranquilamente, mientras que sujetos que no presentan ningún trastorno muestran más actividad en el hemisferio izquierdo. En un estudio realizado por Richard Davidson se demostró que después de un entrenamiento en mindfulness de 8 semanas, se encontró un cambio hacia la izquierda en el nivel de activación, este cambio persistió por 3 meses después del estudio.  

Son varios los beneficios que brinda la práctica de la meditación, desde un mejor y mayor manejo del proceso de atención hasta aumentar el nivel de inteligencia, esto sin mencionar las mejoras en nuestra vida diaria al desarrollar una mayor consciencia de nosotros mismos, regulando mejor nuestras respuestas emocionales y dejando de lado esos estados de apego y aversión para permitirnos disfrutar de la vida de una forma más plena.

Y usted que está leyendo esto ¿Qué espera para empezar a meditar?